Etiopía, una tierra rica en diversidad étnica y cultural, se encuentra inmersa desde hace demasiado tiempo en una profunda crisis humanitaria, en especial en la región de Oromía. En medio de esta delicada situación, se han revelado detalles inquietantes sobre la existencia de un comité secreto conocido como Koree Nageenyaa, el cual ha estado operando en la región y ha sido vinculado a graves violaciones de derechos humanos.
El Koree Nageenyaa, dirigido por altos funcionarios gubernamentales, ha sido acusado de llevar a cabo ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias e interferir de forma generalizada en el sistema de justicia. Su creación se justificó como una respuesta a las tensiones étnicas y políticas en Oromía, una región que desde 1935, con la invasión italiana, ha sido el epicentro de conflictos y demandas de autodeterminación.
La situación en Oromía ha sido tensa durante años, marcada por una insurgencia encabezada por el Ejército de Liberación Oromo (OLA), bajo el liderazgo de Jaal Marroo. Este movimiento busca la autodeterminación y una mayor protección de los derechos lingüísticos y culturales del pueblo oromo. Esta región, la más extensa de Etiopía, cuenta con una población estimada de 35 millones de habitantes.
Según Ezekiel Gebissa, profesor de historia y estudios africanos en la Universidad de Kettering en Estados Unidos, Etiopía tiene una larga historia de recurrir a aparatos de seguridad clandestinos para sofocar cualquier disidencia. Durante el gobierno de Haile Selassie, el último monarca en ocupar el trono imperial de Etiopía y cuyo mandato se extendió desde 1930 hasta 1974, se estableció una red de espías conocida como los “joro tabi”, quienes perseguían a los miembros de la oposición. La junta militar comunista del Derg, que derrocó a Selassie en la Revolución etíope de 1974, instauró un nuevo y amplio sistema de seguridad para neutralizar las amenazas al régimen.
A principios del siglo XXI, Etiopía vivió la promulgación de una nueva constitución y el establecimiento de un parlamento. Sin embargo, el nuevo gobierno, liderado por Meles Zenawi, adoptó un enfoque cada vez más represivo, dando lugar a la creación de una estructura de vigilancia vertical que permeó todos los niveles de la sociedad. Este sistema era comúnmente conocido como “Amist Le And” (cinco para uno), ya que a los espías se les asignaba la tarea de vigilar a cinco personas.
Desde la campaña de conquista del emperador de Abisinia Menelik II a finales del siglo XIX, que impuso la cultura y la lengua amhárica a los grupos asimilados, los oromos han expresado su descontento por la marginación política y social. Muchos de ellos tenían la esperanza de que la llegada de Abiy Ahmed Ali mejorara su situación, pero quedaron desilusionados cuando el cambio no se materializó. En octubre de 2019, estallaron nuevas protestas y el Koree Nageenyaa respondió con medidas enérgicas.
Los conflictos en la región de Oromía tienen raíces históricas y se han exacerbado en diferentes momentos con el correr de los años. Sin embargo, algunos de los eventos más recientes y graves se remontan a mediados de 2020, con el asesinato del cantante y activista Hachalu Hundessa el 29 de junio de 2020 en Adís Abeba, lo que desencadenó una ola de protestas y enfrentamientos entre manifestantes y la policía que provocaron al menos 200 muertes civiles y 5.000 arrestos.
El presidente de Oromía, Shimelis Abdisa, y el jefe regional del Partido de la Prosperidad presidieron una serie de llamadas por Skype con cada una de las 19 grandes ciudades y 21 zonas de la región, en las que según varios testimonios de participantes en dichas videoconferencias, ambos líderes ordenaron que algunos manifestantes fueran arrestados y otros asesinados.
Uno de los casos más aterradores fue la masacre el 1 de diciembre de 2021, donde perdieron la vida 14 miembros de la tribu pastoril Karrayyu Gadaa que estaban celebrando la llegada de una nueva estación. Envueltos en mantas tradicionales blancas, con un machete colgando de una cadera y un bastón en la otra, los pastores oromo se habían reunido en el pueblo arenoso de Tututi para sacrificar un buey.
Alrededor de las 11:30 horas, decenas de hombres armados y vestidos con uniforme militar llegaron al poblado. El líder religioso del clan, Kadiro Hawwas Boru, pidió a los ancianos que cooperaran, pero el ambiente pronto se tornó hostil. Los soldados comenzaron a insultar a los Karrayyu, acusándolos de ser miembros de Shane, jerga local para referirse al OLA. Luego golpearon a mujeres y niños y saquearon las casas.
Después, los soldados hicieron marchar a 38 hombres y a un niño de 10 años hasta una carretera asfaltada cercana. Allí, los interrogaron durante más de cinco horas, golpeando brutalmente a algunos de ellos. Una vez finalizado el interrogatorio, los hombres fueron divididos en dos grupos: uno con 16 hombres y otro con 23. El primer grupo fue conducido al cercano bosque de Seka, donde 14 de los prisioneros fueron asesinados a sangre fría. Los cuerpos se dejaron pudrir y fueron devorados por animales salvajes, según relataron los supervivientes y los aldeanos que más tarde recuperaron y enterraron a los muertos. El segundo grupo tuvo la suerte de evitar la muerte y terminar en la cárcel.
Además de las ejecuciones extrajudiciales, el Koree Nageenyaa ha sido responsable de un sin fin de detenciones arbitrarias y prolongadas. Según algunos informes, más de 1.000 personas fueron detenidas por orden del comité entre 2019 y marzo de 2022. Estos arrestos se llevaron a cabo sin orden judicial ni debido proceso, lo que indica una clara violación de los derechos legales fundamentales de los individuos afectados. Los detenidos fueron sometidos a condiciones inhumanas en centros de detención clandestinos y privados de acceso a abogados y familiares. Esta represión sistemática de la disidencia socava los cimientos de la democracia en Etiopía y plantea serias preocupaciones sobre el estado de derecho en el país.
Las inenarrables experiencias de violencia y tortura han dejado un profundo y doloroso trauma en los sobrevivientes. Hoy día, muchos en el pueblo oromo enfrentan pesadillas, ansiedad y depresión como resultado de estas espantosas vivencias, enfrentando cada día una lucha interna contra los recuerdos que les persiguen. Sin embargo, su espíritu indomable y su firme determinación por alcanzar la justicia y un futuro mejor siguen siendo un faro de esperanza en medio de la oscuridad. Además, la economía de la región ha sufrido, ya que las inversiones se han visto mermadas por la inestabilidad en la zona.
La situación en Oromía exige la atención urgente de la comunidad internacional. Se requiere una acción inmediata para desmantelar el Koree Nageenyaa, poner fin a la impunidad y asegurar el respeto a los derechos humanos. La comunidad internacional debe ejercer presión sobre el gobierno etíope para que investigue de manera imparcial y transparente las violaciones de derechos humanos en Oromía, ponga fin a los arrestos ilegales y a la tortura, respete la independencia del sistema judicial, permita que las oenegés operen libremente e inicie un diálogo con el pueblo oromo para abordar sus legítimas reivindicaciones.
Por otro lado, aquellos responsables de la brutalidad y la opresión en Oromía deben ser llevados ante la justicia. Solo así se podrá romper el ciclo de impunidad y rendir el merecido honor a las víctimas.
La historia de Oromía es una historia de esfuerzo y esperanza. A pesar de la barbarie y la tiranía, el pueblo oromo continúa luchando por sus derechos y por un futuro mejor. El camino hacia la paz y la justicia será largo y difícil, pero la comunidad internacional tiene la responsabilidad de apoyarlos en su búsqueda de una vida digna.
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