¿Qué es eso que llamamos nueva política? Sobre esta pregunta descansa un análisis necesario para comprender los resortes que se mueven en el mundo actual y cuáles son los vicios ocultos de las nuevas sociedades. Responder significa analizar el complejo sistema de opiniones, argumentos y acciones políticas que componen las claves de su desarrollo futuro desde los sistemas presentes. Pero también desplazar la mirada desde la “realpolitik” hacia la comprensión de los movimientos sociales que configuran nuevas formas de enfrentarse al acto de desarrollar nuevas vías, singulares recorridos y particulares miradas abiertas a lo nuevo.
Y es que las sociedades se están abriendo a una cuestión que puede ser determinante a la hora de hacer nueva política. El desarrollo de la migración, el debilitamiento de los sistemas capitalistas tal como los conocemos, la proliferación de movimientos de ultraderecha y la conexión de los ciudadanos a determinados referentes ideológicos plantean un nuevo espacio para el estudio.
Los intelectuales italianos han iniciado una lucha paradigmática contra Giorgia Meloni, calificando las acciones de la presidenta italiana como elementos de poder fascistas y emparentando la acumulación de información del gobierno con el interés por amplificar dicha ideología en el ámbito de un poder omnímodo.
Javier Milei siembra su popularidad y trata de obtener el apoyo social con recortes que, si en algo benefician al pueblo argentino, se centran en un ultraliberalismo que puede eliminar cualquier seña de identidad de una sociedad abierta y solidaria, dejando claros referentes en la participación política en el contexto de los intereses de la extrema derecha europea y de sus aliados estadounidenses.
En torno a Italia, podemos también hablar de una política de cierre de fronteras, mayoritariamente antieuropea, que abre un contexto de fuerte nacionalismo y de participación limitada en el marco de las políticas de solidaridad entre los países que componen la Unión Europea.
Pero es que los focos de acción política como los de Países Bajos, Francia o Alemania, y también los particularmente interesantes desarrollados en Polonia o Hungría, nos hacen pensar en un recorrido hacia la exclusión del proceso de migración, el cierre de fronteras y la ideologización de la población nativa para defender una cultura, una tradición y una sociedad foco de buena parte de las políticas propias de los partidos de derecha radical. Podríamos decir que cazan en coto privado, con abundante material para el éxito.
Es por esto urgente analizar desde dónde viene el viento que aireará las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, desde qué valores desarrollarán sus argumentarios los líderes de los dos bloques en liza, cómo Francia puede ser el próximo foco de acción de la ultraderecha de la mano de Marine Le Pen y su partido Agrupación Nacional, qué perspectivas viene defendiendo otro de los núcleos activos de los últimos meses, nacido en las bases del movimiento belicista ruso, o en la conducta hipercapitalista de China, manteniendo una lucha para superar a las potencias mundiales y a las nuevas amenazas surgidas desde la capacidad de la economía de la India. Pero también podemos preguntarnos qué será de España después del efecto Sánchez, ante las perspectivas de un corpus político dirigido por quienes ostentan el poder en la derecha, por ejemplo.
Como vemos, la construcción futura del mundo evidencia que podemos hablar de una reinterpretación del hecho cultural para fomentar la defensa de lo propio, una circunstancia racial o la asimilación de la protección frente a lo extranjero, una idea hiperliberal en el escenario de la economía voraz y de los intereses del capital, reconducida por la vía de la extrema derecha, y la capacidad para dominar la provisión de cualquier materia prima que fuera necesaria para debilitar a un país o dotarlo, previo pago importante o previa sumisión política, de los recursos necesarios para su supervivencia. El monopolio llevado a la estrategia económica de las naciones más preparadas para conquistarlo.
Frente a esta realidad, observamos la coyuntura del flujo migratorio desde África, la miseria en las calles de Boston o Manhattan, la devaluación del peso argentino y la consecuente pobreza del pueblo trabajador. Una clase intelectual, considerada como el paradigma de las voces autorizadas para frenar el flujo ideológico en Italia, muestra una incapacidad para desarrollar sus tesis y hacerlas llegar en condiciones óptimas. Ante esto, la fuerza del insulto como materia prima del discurso político en España, la crispación social y los lobos solitarios que se arrogan el derecho de eliminar aquello que no les gusta, y la ira como pieza fundamental del discurso, etcétera. Pero, sobre todo, algo que me parece mucho más importante de analizar: Una naturaleza de exclusión, un movimiento social cada vez más numeroso de individuos que acreditan su furia contra los enemigos, un concepto cada vez más amplio que deja espacio a la irrupción de nuevos modelos sociales que nada tienen que ver con el nuestro.
Qué es eso que llamamos “nueva política”, preguntaba al principio del artículo. Desde mi punto de vista, la respuesta no es muy alentadora porque se ha desvirtuado el concepto mismo de lo político para que contenga aquello que, más que base real de lo que es, nos esté empujando a desarrollar otro tipo de sociedad, amparada en la violencia, a la que no le duele llegar a eliminar lo político del lenguaje con el que nos comuniquemos en el futuro.
Estamos en vías de construcción del nuevo tiempo. Nunca están de más los análisis ponderados para acumular juicios que contengan una mala salida de las crisis, aunque sólo sean postulados que el viento arrastre hacia territorios baldíos.
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