Atrápame si puedes: el sainete de Puchi

El sainete de Puigdemont, con sus apariciones y escapadas, ha provocado más risas y desdén que impacto. A pesar de sus intentos de desestabilización, la investidura del nuevo president siguió sin contratiempos y Cataluña regresa a la normalidad. El expresidente, por ahora, solo ha cosechado desilusión
8 de agosto de 2024
Carles Puigdemont, figura clave en la fundación de JxCat. Fotografía: Gloria Sánchez.

No tengo ni idea de cuál será la película preferida de Carles Puigdemont, pero no me extrañaría nada que fuera “Atrápame si puedes”, un filme dirigido en 2002 por Steven Spielberg e interpretado por Leonardo DiCaprio basado en la vida de Frank Abagnale Jr., un estafador que se hace pasar por piloto de avión, médico y otros oficios con el objeto de sacar rentabilidad económica de su deseo de ser tenido en cuenta por los demás, como le ocurre al expresidente de la Generalitat de Catalunya, quien salta de un lugar a otro con la intención de que se le reponga en su puesto, aunque por lo visto, a día de hoy su intención ha quedado sumida en el más absoluto de los ridículos.

El numerito montado por Puigdemont como prólogo de la sesión de investidura del nuevo líder de los catalanes puede calificarse, sin rubor, como una auténtica astracanada, propia de aquel que tiene todos los boletos para no alcanzar su propósito y fracasar en su intención de que el Parlament no designe como presidente al socialista Salvador Illa, quien es el que más votos tiene.

Puigdemont había anunciado varios días atrás que acudiría a la sesión de investidura y, si era detenido por un juez —de lo que culpaba a Esquerra Republicana—, exigiría que se aplazase el Pleno. Ese anuncio estimuló los jugos gástricos de sus partidarios, que fueron a darle la bienvenida a la capital catalana; de la extrema derecha, que fantaseaba con verlo entre rejas; y de los jueces del procés, que pensaban que pasarían a la historia por ser los protagonistas de la reclusión del noi de Girona.

Pero ni Puigdemont se presentó en el Parlament ni fue detenido, como algunos esperaban. Es posible que al final se impusiera el sentido común y que el fundador de Junts decidiera largarse con viento fresco después de asistir a un mitin previo a la investidura, para éxtasis de sus acólitos y frustración de sus detractores. No descarto, incluso, que no se activara la orden de detención con el beneplácito del Gobierno de la nación y de los socialistas, con el fin de no darle mayor protagonismo y evitar que dinamitara el discurso del nuevo president Salvador Illa.

A mi entender, todo este lío de apariciones, huidas y reencarnaciones de Carles Puigdemont —¿qué queréis que os diga?— me parece que no deja en buen lugar al diputado no inscrito al Parlamento Europeo de Junts. Si antes era motivo de filias y fobias, ahora sólo provoca una hilaridad paciente por parte de quienes se mostraban expectantes ante lo que pudieran aportar los separatistas de derecha. Más que digno de admiración, hoy el expresident de Catalunya es digno de lástima y ha ofrecido una imagen patética que no le reportará réditos futuros.

Aceptando que su tocada de huevos propició la demora de la sesión de investidura durante nueve horas, mi opinión es que su objetivo no prosperó; el acto transcurrió con absoluta normalidad tras el discurso del líder del PSC y del resto de portavoces de los partidos con representación parlamentaria. Y en fecha y forma, el debate concluyó con la elección del candidato previsto, gracias al apoyo de Esquerra y los Comunes, que conforman una mayoría absoluta. Una vez finalizado el sainete, Cataluña volverá a la rutina y a la normalidad democrática. Puchi podrá volver a Waterloo o a Barcelona cuando se decida definitivamente la constitucionalidad de la ley de amnistía.

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