¿Qué organismo es el encargado de validar las elecciones celebradas en un país? Cada nación tiene su propia normativa, pero, en general, existe un centro verificador que establece quién tiene la facultad de gobernar tras haber ganado los comicios. Esto también sucede en Venezuela, donde, en la mayoría de los casos, no se escruta hasta la saciedad el número de votos ni se verifica a fondo si las papeletas son o no legales. Sin embargo, en ese país, la polarización política es de tal calibre que incluso se producen injerencias de terceros para sacar provecho de la situación.
No tengo elementos de juicio para aceptar o rechazar las resoluciones del Consejo Nacional Electoral (CNE), que otorgó la victoria a Nicolás Maduro, ya que es el único organismo con atribuciones para hacerlo. Lo que digan otros actores es menos relevante, porque, entre otras cosas, nadie ha demostrado que existiera fraude en las elecciones del pasado 28 de julio.
Es cierto que no se han presentado las actas, pero esto se debe a que la oposición, encabezada por el internacionalista Edmundo González, subió unos datos a internet que son difícilmente validables por su falta de rigor, ya que no cuentan con el aval de ningún órgano con prerrogativas al respecto. Por lo tanto, las afirmaciones de la oposición de que han sido los vencedores de los comicios, sin más pruebas, deben considerarse como un deseo subjetivo de los líderes derechistas de Venezuela.
Al día siguiente de las elecciones, el CNE atribuyó la victoria a Maduro con un 51.9% de los votos, proyectando un 44% para la alianza política opositora Plataforma Unitaria Democrática, que, antes de que se cerraran los colegios electorales, ya se había jactado de ser la ganadora por una mayoría abrumadora, a pesar de que sólo se había escrutado el 70% de las papeletas. Cabe mencionar que durante el conteo se produjo un ataque cibernético que comprometió la integridad de los datos. Ambas partes se echan la culpa, aunque en algunos círculos se informa de que piratas informáticos israelíes, supuestamente vinculados a María Corina Machado, la líder de la derecha venezolana, podrían estar detrás del incidente.
No es la primera vez que la oposición venezolana alega fraude electoral para cuestionar el resultado oficial de las elecciones, ni es la única derecha en el mundo que se niega a aceptar los datos oficiales. Acordaros de Trump en Estados Unidos, quien incluso alentó la toma del Congreso; a Bolsonaro en Brasil, quien movilizó a miles de personas en las calles y reclamó la intervención del Ejército; o a los Fujimori en Perú, que pusieron en duda la victoria del izquierdista Pedro Castillo, aunque en este caso fue destituido por otros procedimientos.
Ni Edmundo González, con un historial en El Salvador que lo vincula a la CIA, ni María Corina Machado, inhabilitada por su pasado, tienen un perfil particularmente limpio entre los votantes venezolanos. La propia candidata in pectore llegó a solicitar al Ejército israelí que invadiera Venezuela, aunque el Tzahal no respondió a su llamado. Es probable que, al darse cuenta de la compleja orografía del país, los mandos militares pusieran el grito en el cielo, ya que atravesar el valle del Orinoco supone una trampa mortal en comparación con la relativa facilidad de los túneles de Gaza.
Estados Unidos y los países occidentales más proclives a la OTAN han hecho un esfuerzo considerable para doblegar al chavismo, sin que hasta la fecha su estrategia haya dado resultados. El propio presidente Joe Biden hizo el ridículo más espantoso al ofrecerle a Maduro una amnistía si se retiraba dejaba paso a la oposición venezolana. Pero, ¿quién es Estados Unidos para amnistiar a nadie de otro país y con qué criterios? Lógicamente, el presidente venezolano le hizo una peineta.
Algunos países de la izquierda latinoamericana, como Brasil y Colombia, plantearon la posibilidad de repetir las elecciones, propuesta que no convenció a ninguna de las partes y que suscitó la irritación de la cúpula opositora. La respuesta de Corina y Edmundo me recordó al juicio de Salomón, ya sabéis, aquel episodio del Antiguo Testamento en el que el sabio rey tomó una decisión sobre la maternidad de un niño que dos mujeres se disputaban. La que renunció al pequeño para evitar que este fuera partido a la mitad finalmente fue considerada la madre verdadera. En el caso de la derecha venezolana, su negativa a repetir los comicios hace sospechar que su reclamación podría ser un fiasco, ya que la presencia de observadores internacionales y la prudencia del chavismo, observado por todo el mundo, podrían haber sido un respaldo para sus propósitos. Pero, claro, los faroles hay que saber mantenerlos.
Queda luego el asunto Zapatero, como recordaréis, mediador en las crisis venezolanas. Hasta ahora, el expresidente español mantiene un hermético silencio. Y ese mutismo le ha valido los más abyectos insultos de la oposición antichavista, como sólo saben insultar los totalitarios, así como de la derechona española, que lo odia por no facilitar el fraude de los rivales del Gobierno bolivariano.
El asunto de Venezuela traerá consigo más conflictos, aunque, personalmente, creo que no hay marcha atrás en la decisión del CNE y del Tribunal Supremo de Venezuela, ya que Edmundo González y sus aliados son incapaces de presentar pruebas de su victoria, porque si las tuvieran, ya las habrían puesto sobre la mesa. Dentro de seis años, cuando termine el mandato presidencial en ese país, otra comedia en ciernes.
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