El regreso de Oasis, la banda más controvertida de Manchester, ha desatado una ola de entusiasmo entre los nostálgicos del rock. Sin embargo, este acontecimiento también ha puesto de manifiesto la ridícula postura del Gobierno británico. El pasado sábado 31 de agosto, la venta de entradas para los 17 conciertos de la gira Oasis Live’25 se convirtió en un absoluto caos, con las plataformas Ticketmaster y Gigs and Tours colapsadas debido a la abrumadora demanda. Los mensajes de disculpa de estos sitios web pasaron a ser el símbolo del desconcierto que rodeó todo el operativo, dejando a muchos seguidores frustrados y sin su tique.
La secretaria de Estado de Cultura, Medios y Deporte, Lisa Nandy, calificó de “deprimente” el hecho de que el precio de las entradas se hubiera disparado, sugiriendo que esta inflación podría privar a muchos admiradores de vivir el regreso de la mítica banda de britpop. Sin embargo, esta preocupación revela una profunda paradoja. Primero, ¿cómo puede el gobierno de un país con una arraigada cultura de libre mercado, como el Reino Unido, escandalizarse por el aumento de precios en un producto cuya escasez ha elevado el coste? Según los principios básicos de la economía de libre mercado, cuando la demanda supera la oferta, los precios tienden a subir. Esta es una de las premisas del neoliberalismo, que aboga por una mínima intervención del Estado en los mecanismos de mercado.
En el contexto de una crisis económica global, con una inflación en lento retroceso y un crecimiento económico estancado, la decisión del Gobierno británico de enmerdarse con los precios de las entradas para conciertos parece un desvío evidente de los problemas realmente graves. La maniobra del Partido Laborista resulta un insulto a la sensatez y está profundamente desconectada de la importancia de los problemas económicos y geopolíticos que afectan a millones de ciudadanos.
En segundo lugar, la confirmación de que la laborista Lucy Powell, líder del Parlamento inglés, compró dos entradas a 415 euros cada una —más del doble de su valor nominal original— subraya la falta de seriedad en la Cámara Baja. Porque si estás en contra de algo que consideras un abuso, no participes de ello. Además, en un momento en que el primer ministro Keir Starmer hizo declaraciones extremas el pasado mes de abril sobre la disposición a recurrir a la guerra nuclear, la preocupación del gobierno por los altos precios de los espectáculos musicales de los hermanos Gallagher resulta un asunto ridículo e incluso insultante para quienes enfrentan dificultades económicas reales. Por eso, honorables servidores del pueblo inglés, no se relajen y establezcan un techo para los precios de los alimentos, la energía, el alquiler de la vivienda, etcétera. ¡Faciliten el día a día de sus conciudadanos!, porque poder asistir a un concierto de Oasis no mejora la calidad de vida de nadie.
Desde finales de la década de los años 90, la involución musical dio lugar a una saturación de géneros bastardos, como el reguetón y sus derivados, a los que muchos atribuyen la muerte del pop-rock y de la excelencia musical. La predominancia de estos estilos transformó el panorama musical, con artistas cuya fama se basa en la superficialidad y una presencia mediática más que en el verdadero talento. En esta situación, el regreso a los escenarios de Oasis no sólo podría servir como una posible reactivación de una época dorada de la música, sino como una respuesta a la nostalgia por tiempos en los que esta tenía más profundidad y autenticidad.
La decisión del Gobierno británico de investigar el uso del “precio dinámico”, que aumenta los costes cuando la demanda es alta, refleja una inquietante falta de interés en causas que realmente urgen solucionar. En lugar de eso, Starmer y los suyos se concentran en un tema que, aunque relevante para los aficionados a la música auténtica, resulta secundario frente a la crisis mundial.
Dicen que “a río revuelto, ganancia de pescadores”… Si echamos cuentas, la gira Oasis Live 2025, que comenzará el 4 de julio de 2025 en Cardiff, se perfila no sólo como un fenómeno cultural, sino también económico, con una facturación estimada en torno a los 593 millones de euros. Y mientras los Gallagher capitalizan el fervor de la audiencia, el Gobierno británico se distrae con regulaciones superficiales en lugar de enfocarse en los desafíos que realmente apremian a la ciudadanía. Entretanto, Oasis y su equipo celebran lo que probablemente será una de las giras más lucrativas de la historia, un contrasentido que resalta aún más el nulo enfoque del gobierno.
En fin… seguimos como en tiempos de la antigua Roma: panem et circenses, otra sátira más de la realidad que nos toca vivir. Quizá tendremos que ir tirando, mientras la primavera tarda aún en llegar.
¿Qué te ha parecido el contenido al que acabas de acceder?
En ORUBA consideramos la independencia editorial como el pilar sobre el que se construye el periodismo veraz e incorruptible. Cada artículo que publicamos tiene como objetivo proporcionarte información precisa y honesta, con la certeza de que tú eres la razón de nuestro proyecto informativo.
Por ello, queremos invitarte a formar parte de nuestro esfuerzo. Cada euro cuenta en nuestra misión de desafiar narrativas sesgadas y defender la integridad periodística. Desde sólo 1 euro, puedes unirte a esta causa.
Tu apoyo respalda nuestra evolución y envía un mensaje claro: La información sincera merece ser protegida y compartida sin obstáculos. ¡Únete a nosotros en esta misión!
Publicidad