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España debe tanto que hasta debe callar

El creciente endeudamiento de España y el estancamiento económico revelan un sistema fiscal insostenible. La influencia de entidades financieras de dudosa ética y la falta de reformas profundas acentúan la crisis, planteando un urgente cuestionamiento sobre la viabilidad de las políticas actuales y la necesidad de un cambio estructural
13 de septiembre de 2024
Christine Lagarde saluda al ministro de Economía, Carlos Cuerpo. Fotografía: Olivier Hoslet.

En 2024, España enfrenta un endeudamiento alarmante que está afectando profundamente su economía. Este problema, consecuencia de años de políticas fiscales expansivas y déficits recurrentes, se reflejó en el primer trimestre con una carga financiera de 1.613.043 millones de euros, equivalente al 108.9% del Producto Interior Bruto (PIB). Este aumento respecto al trimestre anterior y al mismo período de 2023 destaca una irresponsable acumulación de deuda y una falta de medidas efectivas para abordar el desequilibrio fiscal. La carga financiera pone en riesgo la estabilidad económica y limita la capacidad del gobierno para invertir en áreas clave como educación, salud e infraestructuras, lo que podría restringir la mejora y exacerbar la desigualdad social a largo plazo.

En el segundo trimestre, la situación empeoró. En junio, la cifra ascendió a 1.624.856 millones de euros, con un incremento de 24.769 millones respecto a mayo. Este aumento elevó la deuda per cápita a 33.298 euros, una plusvalía de 877 euros por habitante en comparación con junio de 2023. Estos datos subrayan la fuerte presión sobre las finanzas públicas y la necesidad de transparencia y responsabilidad en la gestión de la deuda.

Entre enero y marzo, el Tesoro Público lanzó una emisión de bonos a 10 años con una demanda récord de 138.000 millones de euros, la mayor en la historia del euro. Aunque estos números indican confianza en los títulos españoles, también reflejan una preocupante dependencia de la deuda para financiar el gasto público. La demanda superó en nueve veces la cantidad colocada, evidenciando tanto el interés en los bonos como una necesidad espeluznante de financiación. A pesar de que el Gobierno presentó estos datos como un éxito, la estrategia no resuelve el problema subyacente del endeudamiento progresivo.

Los inversores no residentes jugaron un papel crucial, con una participación del 92.3%. Los principales financiadores fueron el Reino Unido e Irlanda (33.4%), Francia e Italia (20.2%), Alemania, Austria y Suiza (9.2%), y los países escandinavos (5.4%). El resto de Europa representó el 11.5%, Asia el 7.4%, Oriente Medio el 3.5%, y Estados Unidos y Canadá el 1.4%. El aporte de otros capitales alcanzó el 0.3%. Esta alta participación internacional subraya la relevancia de España en el mercado de deuda soberana, aunque plantea dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo de esta financiación. Esto es: pan para hoy y hambre para mañana.

La recuperación económica de España avanza lentamente y la inflación no disminuye como se esperaba. En 2024, España pasó de tener una de las menores subidas de precios en la zona euro a ser el segundo país con menor corrección. Este estancamiento revela serios problemas en la política económica.

A nivel macroeconómico, el PIB creció un 0.8% en el segundo trimestre en comparación con el trimestre anterior, manteniendo el mismo ritmo de expansión del primer trimestre. La variación interanual fue del 2.9%, ligeramente superior al 2.6% del trimestre previo. En términos absolutos, el segundo trimestre alcanzó los 384.101 millones de euros, y el PIB per cápita trimestral se situó en 7.871 euros, un incremento de 395 euros respecto al mismo trimestre de 2023. Estos datos muestran una evolución moderada frente al aumento de la deuda, confirmando que el país no está logrando una recuperación sólida.

La deuda externa de España, que incluye tanto la pública como la privada, ha colocado al país en el puesto número 14 a nivel mundial en este ámbito. Con un total de 1.55 billones de euros, representando el 111.84% del PIB y el 32.20% de la riqueza total, la situación es alarmante. La transparencia sobre los tenedores de deuda no siempre es clara, y existen inquietudes sobre la participación significativa de países como China y grandes fondos buitre, aunque los detalles precisos no se publican.

El papel de entidades como JP Morgan, cuyo historial está marcado por su implicación en la crisis financiera global de 2008, es un ejemplo flagrante de cómo el poder fáctico sigue influyendo en la política financiera. JP Morgan, junto con otros grandes bancos como BBVA, Banco Santander, Barclays, Crédit Agricole y Deutsche Bank, asumió a principios de 2024 la gestión de la deuda del Tesoro español. Es inaceptable que una entidad vinculada al colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y al desplome de la economía mundial tenga un papel central en la administración de esta arriesgada operación. Esto no sólo muestra la falta de ética y moralidad de las decisiones de nuestros políticos, sino también la complicidad de estas corporaciones en un sistema financiero que explota a los ciudadanos mientras acumula ganancias exorbitantes.

El capitalismo deshumanizado de nuestros tiempos ha agravado la situación, con gobiernos que se alinean con entidades financieras sin escrúpulos y de dudosa forma de proceder. Al final, la ciudadanía soporta el costo de estos tejemanejes y prácticas aberrantes, enfrentando las consecuencias de un sistema que antepone los beneficios inmediatos de las mayores fortunas al bienestar a largo plazo del pueblo llano.

A medida que el libre mercado continúa expandiéndose sin control, surge la pregunta de hasta dónde puede llegar antes de colapsar bajo el peso de sus propias contradicciones. Es necesario cuestionar si este modelo, incapaz de generar una prosperidad equitativa, podrá mantenerse mucho más. Los que menos tienen siguen perdiendo capacidad de progresar, mientras que los que más tienen continúan incrementando su patrimonio. Este desequilibrio no sólo es éticamente detestable, sino que también plantea dudas sobre la sostenibilidad estructural de este tramposo patrón frente a futuros desafíos.

En este contexto, es prioritario considerar alternativas que ofrezcan un camino más justo y resiliente. Los países en desarrollo, que ya enfrentan enormes complicaciones, deben soportar además esta pesada losa en su camino hacia el futuro. Por otro lado, la falta de innovación, la baja productividad y el alto endeudamiento del Estado español revelan un marco político que requiere una reestructuración urgente. Reflexionar sobre modelos alternativos y reformas estructurales podría ofrecer una oportunidad para iniciar la configuración de un sistema que priorice el bienestar de la ciudadanía y no sólo el enriquecimiento de la élite.

La interacción entre el sistema financiero global y la economía local expone un panorama en el que los intereses monetarios prevalecen sobre el estado de bienestar. Es por ello que debemos comenzar a considerar nuevos enfoques en la organización del paradigma económico para evitar la repetición de errores y garantizar un futuro más honesto y equitativo para todos.

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