Hay un conocido refrán que reza: “Dijo la sartén al cazo: ¡Quítate de ahí, que me tiznas, ojinegra!” Esto quiere decir, poco más o menos, que hay demasiados hipócritas que critican a los demás y exigen mano dura contra otras personas, cuando ellos han hecho peores barrabasadas y echan balones fuera.
Recordé inmediatamente este dicho cuando leí en la prensa escrita que tres expresidentes de España exigían que Nicolás Maduro fuera detenido y juzgado por la Corte Penal Internacional (CPI). Los demandantes son Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy.
De Felipe González, que todo el mundo considera el presunto jefe del GAL —grupos parapoliciales que perpetraron terrorismo de Estado cometiendo numerosos asesinatos entre los refugiados vascos—, y que, además, mantuvo una relación de extraordinaria amistad con Carlos Andrés Pérez, el exmandatario de Caracas que llevó al país a la debacle tras expoliar el petróleo, baste con decir que fue un fiel seguidor de los intereses estadounidenses y que siempre hizo lo que le pidieron los yanquis. «Ni de Flick ni de Flock», sentenciaba un acorralado presidente y líder del PSOE en el Congreso de los Diputados el 14 de noviembre de 1984 en el contexto del “Caso Flick”, el primer escándalo de corrupción de los socialistas españoles. Pero esa es otra historia entre otras muchas.
José María Aznar metió a España en una guerra ilegal y mintió descaradamente sobre unas hipotéticas armas de destrucción masiva en Irak, que todavía sigue buscando alocadamente. Y no sólo eso, sino que trató de utilizar políticamente los atentados yihadistas del 11M de 2004 —en los que fallecieron 192 personas y alrededor de dos mil resultaron heridas— para conseguir el voto de los españoles, que, claro, le dieron la espalda y además le culparon indirectamente de ese ataque en los trenes de Madrid.
Y qué decir de Mariano Rajoy, que propuso que España retirara su adhesión al CPI para así no perturbar los intereses de sus amigos corruptos y criminales de diferentes países que estaban en el punto de mira de dicho tribunal, que, afortunadamente, Pedro Sánchez recuperó.
Con estos antecedentes y este historial de verdugos de la realidad y de los ciudadanos, estos tres señoritos se atreven a pedir la detención de alguien, sin haberse planteado jamás entregarse ellos mismos a las autoridades para ser juzgados. ¡Vaya tres patas para un banco!
Obviamente, en esta mascarada no ha participado el expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, que, por lo que parece, aún conserva algo de vergüenza torera y al que la derechona mediática y los sicarios de Yanquilandia han puesto reiteradamente de chupa de dómine por no sumarse a la comedia.
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