Hasta en las guerras hay prioridades informativas, aunque quienes las padecen no sepan de geopolítica ni de intereses económicos y estratégicos, y tan sólo sean las víctimas que sufren los efectos de las bombas, las invasiones y la llegada de soldados enemigos a su tierra. Esto, más o menos, sucede en el conflicto de Nagorno Karabaj, que Azerbaiyán y Armenia dirimen desde el 19 de septiembre de 2023 para conquistar un territorio que ambas naciones pretenden, pero que ya tuvo otros episodios poco después de la desintegración de la Unión Soviética.
La guerra de Ucrania y la invasión de Gaza por tropas sionistas son los asuntos de índole internacional que más interés despiertan en los medios de comunicación, independientemente de la situación en Venezuela y la desinformación acerca del resultado electoral del pasado 28 de julio. Sin embargo, entre que las grandes potencias están ocupadas en otros asuntos —Rusia en la guerra de Zelenski y Estados Unidos desatando conflictos en zonas más relevancia para sus interesantes—, el enfrentamiento entre los dos países se ha relegado a una segunda o tercera dimensión, y sólo de vez en cuando surgen intentos de mediación para llegar a la paz, que, por el momento, no han fructificado.
La independencia de las repúblicas que formaron la extinta URSS dio lugar a luchas fronterizas, peleas interétnicas y un despiadado interés por hacerse con un lugar en el mundo y un poder autócrata. Entre Armenia y Azerbaiyán surgió un contencioso sobre el enclave de Nagorno Karabaj, que los expertos consideraban armenio. Sin embargo, los azeríes lanzaron, a mediados de los años noventa del siglo pasado, una ofensiva con sus tropas sobre el territorio para conquistarlo, ya que, con anterioridad, durante el apogeo de la Unión Soviética, no hubo movimientos significativos: ni se produjo dicho conflicto ni ningún experto en geopolítica lo supuso.
En 1915 y 1916, el pueblo armenio sufrió el genocidio del Imperio Otomano —el número de víctimas se estima en un millón y medio—. Desde entonces, la colectividad del país se dispersó por medio mundo, siendo sólo un estado independiente desde 1918 hasta 1920, año en el que afrontó la invasión rusa, quedando bajo la égida del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) hasta la desaparición de este como nexo de diferentes repúblicas socialistas. Armenia volvió a ser un país independiente el 21 de septiembre de 1991, situando su capital en Ereván.
La posición de Azerbaiyán está sustentada por Turquía y por algunos países de mayoría musulmana, mientras que los armenios, que son los verdaderos perdedores de la batalla por ahora, parecen inclinarse más hacia alianzas con Occidente. Esto podría deberse a que en muchos de esos países hay emigrantes de nacionalidad armenia que han trabajado y vivido fuera de su lugar de origen desde prácticamente el siglo pasado.
Las conversaciones de paz que se llevaron a cabo el 17 de febrero del presente año entre el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, y el presidente de Azerbaiyán, Ilham Alíyev, por mediación de Alemania, no han llegado, por el momento, a ningún acuerdo. Aunque el conflicto permanece latente, no se están produciendo, que se sepa, combates entre las fuerzas militares de los dos países. La posibilidad de una paz duradera no es muy elevada, según afirman quienes conocen más de cerca los pormenores de este conflicto, escondido a la opinión pública.
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