Hay casos que denotan el enorme deterioro que sufre nuestra sociedad y el de Carlos Navarro ‘El Yoyas’ es uno de los más significativos. A este personaje le llegó la fama a raíz de su participación en un programa de telebasura.
Incomprensiblemente, la mala educación de la que hace gala, su actitud desafiante y violenta, convierten a ‘El Yoyas’ en un ejemplo a seguir para determinado perfil de gente.
Tal fue su éxito que llegó a ser fichado por Ciudadanos, ese partido conocido por su habilidad a la hora de captar talento televisivo. Fue ahí, en sus intervenciones en representación de la formación naranja, cuando sacó a relucir facetas que, aunque se intuían, todavía permanecían ocultas. Además de violento y bocazas, ‘El Yoyas’ era extremadamente racista y machista hasta el tuétano. A pesar de ello, todavía hubo mucha gente que siguió riendo sus gracias.
En los últimos años, el tipo perdió presencia mediática y lo poco que se sabía de él era que estaba inmerso en un bucle destructivo repleto de agresiones a su pareja y a sus hijos, que acabó derivando en una condena de cinco años y ocho meses de cárcel por un delito de maltrato continuado. Ahora, este maltratador no se ha presentado a cumplir su deuda con la Justicia, se encuentra en busca y captura, y en el diario El Mundo han tenido la feliz idea de hacerle una entrevista en la que se da voz a sus mentiras y visibilidad a sus mensajes, el sinvergüenza, con el único fin de victimizarse, llevaba puesta una camiseta contra las leyes de violencia de género, a las que responsabiliza de su situación.
Y yo me pregunto: ¿Pero qué mierda es esta? ¿Qué ética tiene un medio de comunicación capaz de blanquear la imagen de un maltratador condenado? ¿Qué interés pone la Justicia en capturar a un prófugo peligroso que no parece que se esconda demasiado?
Si esto sucede con un personaje público, ¿a alguien le sorprende que muchas mujeres, por desconfianza en un sistema incapaz de protegerlas, no denuncien los malos tratos que sufren? ¿A alguien le extraña que los maltratadores se sientan más amparados que ellas? A mí, no, no me sorprende nada.
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