
No, no es buenismo. Tampoco diatribas de pijos progres. Ni ilusos en mundos de gominola. Es simple cuestión de humanismo, de compasión, de fraternidad, de ver más allá del puto ombligo. Todos, de uno u otro modo, fuimos, somos y seremos emigrantes.
Antes que por sus logros hay que valorar justamente a las personas por sus intentos. Pero parece que hoy sólo se aplaude a los emigrantes ricos. Triunfantes. Tal vez meros explotadores, o tramposos sin escrúpulos.
De los pobres, que acaso lo siguen siendo, más que por su capacidad y limitaciones, por no renunciar a su ética, o no rebajar su dignidad, no se acuerda ni dios. Estos parece que se marcharon a “hacer el indio”. Los otros, ostentosamente opulentos, que volvieron a “hacer el indiano”.
Texto: Miguel Aramburu.