Henry Miller, digamos lobo, digamos hombre–catarata, descansa sobre la mesa auxiliar que he rescatado recientemente del olvido, y que luce ahora en mitad del salón azul. Henry está empezando a rezumar del libro y va decolorando la mesita, verde en origen, hasta dejarla guarra de impresión. “Así que Henry no se demora en efectos”… Es la primera mañana que paso con este libro, este…
Dudas en torno al duende. Vamos a ver. La voluntariedad se ha llevado toda la fama; esto se concreta muy bien en…
Seguir leyendo →La distopía de nuestros locos. Eso pretenden hacernos creer. No es doctrinal esto que digo, con los ojos vueltos sobre la Albufera…
Seguir leyendo →Sospecho, siempre sospecho que… entre ellos se hablan. Que se dicen cosas ignominiosas y secretos que jamás encontraré entre sus páginas. Además,…
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