Llego, incluso, a considerar que la proclama de la derecha conservadora sobre que las bajadas de impuestos permiten recaudar más dinero, aunque todavía nadie lo ha llegado a demostrar, porque, como la existencia de Dios, es imposible que alguien lo pruebe.
Puedo aceptar también, pero no lo comparto en absoluto, que la presión fiscal pone a muchos ciudadanos en franca oposición contra la administración Tributaria, con el falaz argumento de que Hacienda se lleva más de la mitad de lo que ganó. Falaz y exagerado.
Ya en su día los padres de la Patria consensuaron en la Constitución que todos los españoles deberían contribuir con el fisco y que pagarían más los que más tuvieran. Ese es el razonamiento definitivo para rechazar la teoría política de los conservadores.
Pero lo que no tiene un solo pase es ocultar datos sobre la recepción de sobresueldos y esconderse de la opinión pública cuando la sociedad te reclama que confieses la verdad, que es lo que le tortura ahora al presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, al que toda España le afea que sea opaco con sus salarios.
Realmente que “el Pailán” —como Feijóo es conocido na súa terra— y sus compinches cobren pluses sobre su sueldo inicialmente pactado no es ninguna amoralidad, si se cuantifica. Lo hacen muchas personas, de alta extracción social, claro, que hasta se inventó la bonificación, en el ámbito económico o empresarial, para justificar esas perrillas de más.
Pero silenciar los sobresueldos y tratar de desviar su control puede llegar a ser un delito, porque los que viven del oficio de la política tienen la obligación de informar en un registro de actividades que incluye patrimonio, herencias y hasta acciones de bolsa.
Que se sepa, Alberto Núñez Feijóo compró una casa en A Coruña poco después de las Elecciones Generales del 23J, tiene 4.000 acciones de Inditex valoradas en 130.764,51 euros, así como 603.818,87 euros en ahorros repartidos en un fondo de inversión y en un plan de pensiones. En 2022, percibió de su partido 42.110 euros en gastos de representación y 34.100 como presidente del Grupo Parlamentario Popular en el Senado.
Por eso me parece criticable el trajín de ese gallego moroso que mira para otro lado cuando se le exigen explicaciones sobre porqué y de dónde sale todo ese parné. Da la impresión de que la clandestinidad de esos ingresos extraordinarios es consecuencia de la mala conciencia que tiene este buen hombre, porque está convencido de que obra mal a no declarar ese dinero a la Hacienda pública. Por eso aboga por bajadas de impuestos. Es la clásica e hipócrita doble moral de nuestra derecha.
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