Las huellas del franquismo siguen presentes

20 de mayo de 2023
Mural de Roc Blackblock en los Jardines de les Tres Xemeneies de Barcelona. Fotografía: Quique García.

Yo nací en pleno franquismo, como muchos de vosotros. En mis primeros años de escuela rural se formaba todos los días en el patio y se cantaba el “Cara al sol”. Eran tiempos de déficit alimentario y nos daban leche en polvo que disolvían en cubos durante el recreo. La enseñanza memorística y punitiva al máximo. Los contenidos adocenantes y absolutamente adoctrinantes. Afortunadamente, con ocho años mis padres me trasplantaron a Schaerbeek (Bruselas, Bélgica), y allí fuimos a l’École 3, donde las metodologías de enseñanza eran muy diferentes, participativas, lúdicas, afianzando siempre el pensamiento crítico. Así crecimos nosotros con esa noción de la democracia. Desde que vivo en España, yo percibo ese poso franquista en mucha gente de mi generación, también hay otras personas que han logrado sacudirse la carcoma. Pero, lo cierto es que se han perpetuado los silencios, la sumisión y el servilismo. El voto nos asegura una representación en las instituciones, pero los partidos políticos que alientan sus candidatos son el fiel reflejo de la jerarquía, la voz de mando y todos a callar si queréis salir en la foto.

Por desgracia, nada o casi nada se escapa a este esquema, que se reproduce incluso en las asociaciones más inocentes en apariencia, donde te topas con el paternalismo más rancio para coartar la libertad de expresión, el deseo de control absoluto, el silencio a las voces críticas, el mando único, si bien revestido de buenismo y una serie de lacras que me producen tristeza y me animan a seguir defendiendo la libertad de opinión, de decisión, de respuesta, de participación ciudadana de verdad. Estamos cerca de llevar nuestro voto a la urna y confieso que me veo en figuritas para decidir a quién votar. Si te gusta un candidato o candidata, lleva detrás una recua de elementos que tiran para atrás. Los que no te gustan nada o no responden a tu ideario, facilitan mucho las cosas.

En conclusión, los 40 años de franquismo han marcado a diversas generaciones, por si fuera poco hay un partido que lo evoca, defiende y toma el relevo con un orgullo bobalicón, pero eficaz. Lamentablemente, ese marcaje se ha enraizado de manera tan profunda que no tomamos conciencia verdadera del daño que aún nos produce.

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