Está con nosotros desde el principio de los tiempos, es la primera piedra de cuanto hemos intentado y construido; la usamos, la estimulamos, la envidiamos y hay quienes incluso viven de ella. Ahí tenemos el cine por ejemplo, el denominado séptimo arte es la super evolución de aquellos momentos junto al fuego mientras un baile proyectaba sombras vivas por la cueva o el abuelo gesticulaba con pies y manos haciendo ruidos raros para contarnos una historia que nos tenía al borde de nuestro asiento-tronco. ¡Qué bien lo pasábamos!
Siempre nos ha gustado la imaginación, será por eso que en plena era de la informática y los efectos especiales aún podemos disfrutar de cosas como estos móviles de techo o de unas sombras chinescas, tan rústicos a toda comparación.
Para mí es importante, mi labor es tener ideas y crear imágenes, más como un taller que como un estudio: a veces, esas ideas se materializan en ilustraciones, otras en vídeos, en 3D, camisetas… y en este caso, en móviles de techo inspirados en esas películas que dejan recuerdos susceptibles de revivir y compartir, ya saben, eso de ¡oohh! y esa escena cuando…
Pero lo más emocionante es que un avión colgado de un hilo casi invisible sea capaz de desencadenar sensaciones y sonrisas como quien enciende una cerilla, que una silueta reconocible se convierta al instante en diálogo, música, un cine a oscuras o un salón casi siempre en compañía de alguien querido.
Entre otros, hay móviles de Alfred Hitchcock, King Kong, El Principito, Star Wars, El Mago de Oz o Pulp Fiction, que no tiene aviones ni seres voladores pero sí al gran Samuel L. Jackson y al Señor Lobo, que para mí son mucho. Pero como cada uno tiene sus recuerdos y rincones oscuros también se hacen bajo encargo para regalar o regalarte. Están pensados para disfrutar recordando y haciendo todo tipo de ruidos onomatopéyicos, así que háganlos tranquilos no pasa nada, es culpa de su imaginación.
Texto: Leo Durán.