Si las protestas en la Universidad de Columbia en Nueva York contra las matanzas en Gaza por parte de Israel prendieran la mecha de la acción de los jóvenes frente a un conflicto dañino para el desarrollo de la paz, podríamos hablar de una reivindicación que amplificara no sólo la acción contra la actitud criminal de los israelíes, sino también una respuesta de calado frente a las políticas de las sociedades más avanzadas en los conflictos bélicos. Por ello, no es de extrañar que la política estadounidense trate, a toda costa, de acallar las manifestaciones juveniles, ya que representan un torpedo en la línea de flotación del Gobierno Biden, acuciado por la sombra alargada de una figura como la de Donald Trump, prototipo de la moral conservadora en el país de la libertad y la oportunidad.
Pero es que el fuego de los universitarios de Columbia prendería también como combustible para alentar reivindicaciones en las sociedades occidentales, con los países europeos a la cabeza. Unas reivindicaciones que tendrían que ver, no con los resortes que sirvieron en la acción del Mayo francés —o no del todo—, sino con un eslogan que criticara lo bélico y tratara de acercar la paz a todos y cada uno de los rincones del mundo.
La paz como elemento fundamental de desarrollo, una paz que justificaría el proyecto futuro de un continente en descomposición, una Europa acuciada por la proliferación de conductas neofascistas y su implicación en los procesos electorales.
La dimensión moral de las protestas de Columbia es la misma que la que establece criterios no ambiguos en cuanto a la credibilidad de los gobiernos democráticos, los mismos que, en este momento de la historia, tienden a tambalearse movidos por una ola peligrosa que arrasa cualquier implicación de sus valores dentro del marco general.
Cuando hablamos de la acción de los jóvenes en las manifestaciones de Columbia, también nos referimos a la posibilidad de amplificarla en protestas, amparadas por universitarios, de reivindicación de un cambio en las políticas que tienen que ver con la defensa o con el ataque, la protección o la invasión, la acción o la reacción belicista, pero también con un marco de análisis de las sociedades que estamos generando.
El desconcierto y la perplejidad de una sociedad democrática en descomposición pueden suponer líneas de ataque para poner en marcha movimientos certeros, conclusiones acertadas, actitudes propias de quienes se preguntan por el fin de las democracias, qué vendrá después y, fundamentalmente, si estamos pergeñando un espacio donde el egoísmo y la furia son las tablas de salvación propicias.
La revueltas en Columbia, acalladas por la policía con cargas indiscriminadas, vendrían a establecer vínculos de reflexión para buena parte de las economías mundiales, para la desesperada concatenación de conflictos, para la fuerza que están asumiendo los discursos xenófobos, antiecologístas, tránsfobos, negacionistas de espacios de reflexión en torno a los nuevos valores de los jóvenes. En definitiva, una manera de ocultación del hecho social en su conjunto.
No es un Mayo francés en la medida en que los resortes sociales no tiene mucho que ver con las revueltas estudiantiles en París de hace ya 56 años, sino con un nuevo modo de entender la sociedad y, sobre todo, de poner encima del tapete político a los nuevos protagonistas del desarrollo futuro.
Si miramos hacia otro lado, si establecemos el vínculo desde sólo una revuelta que tiene como espacio la fuerza de los universitarios contra el conflicto palestino-israelí, habremos dejado pasar la oportunidad, no sólo de extender la alarma que ya está sonando en las universidades de Estados Unidos, sino también de no dejar pasar un tiempo precioso para la reflexión y la evolución de las conductas y actitudes del mundo en su conjunto.
Siempre que tengo la oportunidad de charlar con jóvenes, les digo que ahora somos la sociedad más vulnerable, que traten de defenderse de aquellos que tienden a aprovecharse del debilitamiento. Vivimos un momento de vulnerabilidad que puede activar mecanismos de absorción de grupos sociales en descomposición (la juventud podría ser objetivo necesario), pero también digo que reflexionen sobre lo que les ha tocado vivir, sobre las especiales características de la política en su conjunto. Que analicen y pongan en cuestión cualquier afirmación salida de la comunidad política. Ahí está el núcleo necesario para la experimentación y la protesta.
Columbia es una mecha que puede encender el mundo. De nosotros depende la magnitud del incendio.
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