Por favor, ¡abrid bien los ojos!
Esta no es la primera novela póstuma que leo; hace años experimenté algo similar con el vasto y fastuoso “2666” de Roberto Bolaño. Obras que saben a poco, que se degustan y desgastan con la tensa calma y la prisa contenida de saber que a cada página leída se acaban. Pero no…