Nada menos que en veinte ocasiones ha tenido que archivar la Justicia española las denuncias llenas de frivolidad y frustración de determinados personajes privilegiados de la vida catalana, acostumbrados a sus caprichos de ordeno y mando, y que se terminaron con la llegada de Ada Colau a la alcaldía de Barcelona, quien se empeñó en cambiar muchas cosas.
En la última decisión judicial de archivar las querellas, fue el Tribunal Supremo el que consideró que algunas instrucciones de tribunales inferiores no tenían consistencia y desestimó las pretensiones del ex arquitecto jefe de la Ciudad Condal Josep Antoni Acebillo, que quería maniobrar en el urbanismo sin detenerse ante barreras.
El litigio abierto por la conciliación de la calle Consell de Cent en el marco del proyecto Superilla, un eje verde con zonas de estancia, espacios verdes y sin más vehículos que los de los vecinos, carga, descarga y servicios, finalmente fue archivado.
La verdad es que Ada Colau, durante sus ocho años de gobierno, pisó muchos callos. No sólo en su etapa de primera edil, sino también cuando alentaba la lucha contra los desahucios y el impago de las hipotecas, en su período de activismo social desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). En ese menester fue donde se fraguó su imagen de defensora de los más vulnerables, y sus éxitos la catapultaron a la alcaldía de Barcelona.
En sus dos mandatos, Colau se permitió concitar las iras de los más poderosos del territorio, que confabularon contra ella por las historias más dispares, desde las peatonalizaciones hasta los cambios de nomenclaturas en el callejero local y la consecuente degradación de ciertos nombres ilustres; dichas modificaciones, para un sector conservador, carecían de justificación.
Era salir de una querella y meterse en otra. El caso era apartarla del poder y de los órganos de decisión. En algunos casos, pasó del Juzgado de Instrucción y hasta del Tribunal Superior, pero chocó con las más altas instancias y la falta de motivación. Hasta veinte intentos, todos infructuosos; pero las izquierdas ya tienen experiencia en persecuciones judiciales.
En las últimas elecciones municipales del 28 de mayo de 2023, Colau no logró revalidar el cargo y, con otro alcalde, Jaume Collboni del PSC, prefirió retirarse a sus cóncavas naves, como diría Homero, sin descartar volver en la próxima convocatoria.
Ada Colau volverá a pisar callos si regresa al ayuntamiento, y eso es un factor de estímulo para quienes siempre reciben las bofetadas. Seguro que los fondos buitre y los señores del hampa la persiguen, pero esa circunstancia, más que amedrentarla, la incentiva.
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