He leído, como muchos de vosotros, la entrevista que el diario El Mundo le hizo hace unos días a Felipe González y, sin que me sorprendiera su contenido, creo que es necesario hacer alguna que otra reflexión.
En primer lugar, es muy significativa la aparente reconciliación entre el periódico de Unidad Editorial y el expresidente del Gobierno, que fueron adversarios irreconciliables cuando este era jefe del Ejecutivo. El rotativo, que entonces dirigía Pedro J. Ramírez, hacía de González el blanco de sus críticas, utilizando toda su artillería, desde la corrupción hasta los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).
En aquellas fechas, era imposible encontrar una entrevista en dicho medio con Felipe González, quien lo calificaba como “El Inmundo” por las constantes pullas hacia su estrategia política, poniéndose a disposición del líder del PP de entonces, José María Aznar, para que este pudiera gobernar.
Parece que las denuncias publicadas sobre las agrupaciones parapoliciales conocidas con el acrónimo GAL no tenían fines de higiene democrática, porque sirvieron para que González perdiera las elecciones de 1996 y para que algunos de sus cargos de confianza, como el exministro del Interior José Barrionuevo o el exsecretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, fueran a prisión. En cambio, cuando el Partido Popular puso en marcha la policía patriótica, ni El Mundo ni su director de entonces, ahora al frente del digital El Español, dijeron nada que pudiera ir en contra de esta utilización partidista de funcionarios públicos.
Por eso, la sociedad entre Felipe González y El Mundo parece vincularse con el refrán que dice: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, por el profundo odio que ambos destilan hacia el actual presidente, Pedro Sánchez.
En la entrevista, González hace gala de ser más socialista que nadie, con la misma arrogancia con la que algunos machirulos afirman que son los que más y mejor seducen a las mujeres, en una intencionalidad propia de quien piensa que aún está en la década de los años ochenta del pasado siglo.
Felipe González desafía al actual presidente a que lo expulse del partido: «Si alguien me expulsa del PSOE, tendrá que mostrar que es más socialista que yo». Pero me temo que su órdago va a quedar en nada, porque Pedro Sánchez no tiene la más mínima intención de echarlo, para no convertirlo en un mártir inútil y porque el que fuera presidente del Gobierno ya no pinta nada en la organización y apenas tiene seguidores. El actual Partido Socialista cree que su arcaico general es un insignificante peón en la invectiva de la derecha española para derribar al Gobierno de coalición progresista, y como a cualquier mindundi, ni se le hace caso ni se le desprecia. Simplemente, se le ignora.
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