Londinense de adopción, ciudad en la que estudió Bellas Artes —en la Chelsea School of Art y luego en el Goldsmiths College—, Gillian Wearing (Birmingham, 1963) se convierte tras su cámara en una voyerista con intereses creativos de tono documental, incidiendo en la naturaleza de la personalidad humana.
Ganadora en 1997 del prestigioso Premio Turner, apoya su discurso en una reflexión personal sobre las relaciones interpersonales en la sociedad contemporánea. En diciembre de 2007, Wearing fue elegida miembro con carácter vitalicio de la Royal Academy of Arts.
Uno de los temas centrales de su obra es la identidad y la autorrepresentación mediante la alteración tanto de la imagen como del contenido a partir de experiencias propias. Todo es manipulado y manipulable, y cada una de las piezas que realiza parecen llevarse parte de sus emociones. Bajo el influjo de la fotografía de relato y los programas de telerrealidad, Gillian Wearing plantea sus exploraciones que en la mayoría de los casos se traducen en una irónica y desgarradora denuncia de la miseria del ser humano.
Aunque en algunos de sus trabajos intervienen actores, por lo general, suele buscar la colaboración de gente de la calle. En su proyecto fotográfico conocido popularmente como “Signs” (1992-1993) fue parando a los transeúntes para pedirles que pusieran por escrito cualquier cosa que se les ocurriera en aquel instante.
Por otro lado, sus filmaciones se basan en los formatos de los documentales televisivos de los años setenta del siglo XX, en ocasiones llegando a insertar anuncios como en “Trauma” (2000). En otros vídeos hace uso de máscaras con la intención de superar el planteamiento obvio y no limitarse únicamente a rayar la superficie, tratando de arrojar luz más allá de eso. Esa es un de las razones por las que empezó a utilizar caretas.
Su actitud imparcial la hace merecedora de la confianza de los personajes que aborda, como los alcohólicos sin techo de “Drunk” (2000). Gillian Wearing crea situaciones en las que los individuos se liberan de los últimos vestigios de sus instintos de autoprotección y los incita a expresarse sin complejos ante la cámara.
En la sala de edición, la artista inglesa —casada con el artista visual Michael Landy— modifica las imágenes y los textos grabados recurriendo a técnicas como la del doblaje o el rebobinado. Estos procedimientos ponen de manifiesto el proceso de toma de decisión a lo largo de su labor de creación, su reinterpretación y representación de lo sucedido.
Gillian Wearing nos recuerda siempre que el papel del arte consiste en potenciar nuestra percepción de la realidad, en cuestionar lo que damos por hecho, nuestra aceptación de lo convencional, los tabúes y nuestro modo de clasificar en compartimentos lo que nos rodea.
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