Yo, mi, me, conmigo: el ego en la política

16 de septiembre de 2023
Santiago Abascal interviene en una sesión plenaria, en el Congreso. Fotografía: Eduardo Parra.

Uno de los grandes problemas en política es el comportamiento de los egos. Se ilustra viendo de qué manera chocan en determinadas circunstancias, cómo las crisis que revuelven las estructuras vienen propiciadas por la exaltación yoica y la reivindicación de un espacio propio.

Las dinámicas son conocidas, y, generalmente, tienen que ver con la mediocridad o la falta de dignidad —que van de la mano— de los actores en curso y que ejemplifican la búsqueda ansiosa de un sitio en el ruedo político.

No obedecen a asuntos que tengan que ver con firmes planteamientos ideológicos ni con lealtades más o menos asumidas, tampoco con la medida de las valías de unos y de otros, sino con un déficit que incurre en anomalía intelectual y en la desesperación cercana a la necesidad de protagonismo. “El que se mueva no sale en la foto”, decía Alfonso Guerra.

Por esto es por lo que se ha impulsado, desde las organizaciones políticas, un espacio que ocupa la mediocridad que cuelga de la necesidad de amplificar los personalismos, de sobreponerse al adversario que, por lo general, está dentro de las propias filas del partido, y someter las capacidades propias a esa lucha cotidiana de estar, con el propio ego, en la pomada de las decisiones asumidas con resignación por quienes tratan de hacerse ver.

La dinámica, entonces, es bastante preocupante. Porque, entre otras cosas, se olvida que la política tiene un claro componente de trabajo en equipo, de asunción de responsabilidades de gestión y de inteligencia conjunta, que es la que propicia teorías de grupo mucho más interesantes que las propias de esos elementos a los que me refiero arriba. Una energía mucho más necesaria que la que se gasta en otros asuntos.

Y, acompañando estas circunstancias, los partidos se convierten en contenedores de masas aborregadas que, o han dejado de pensar por miedo a ser evaluadas por los superiores, o no han pensado nunca, cosa que ha facilitado considerablemente su incursión en el grupo.

Pero los tiempos están cambiando —o eso quiero creer—, estableciendo un propósito de acción y de conocimiento que nada tiene que ver con la egolatría y que transporta el material humano hacia el trabajo conjunto, reflexivo, tenaz y astuto en sus características principales. Hay una nueva clase política que está por la labor de propiciar espacios de pensamiento para afrontar los retos que vienen, un futuro completamente diferente y con características que superan con creces las actitudes de engreimiento. Política con olor a Aristóteles, a los grandes pensadores grecorromanos, a los resortes de las ideas de la Ilustración, etcétera. Una clase política desde la eficacia.

Este es el camino para avanzar; lo otro, dificulta la apertura de territorios hacia la inteligencia. La mediocridad no es de este mundo porque no hay mundo habitable desde la mediocridad. Al menos aquel que puede interesarnos.

¿Qué te ha parecido el contenido al que acabas de acceder?

En ORUBA consideramos la independencia editorial como el pilar sobre el que se construye el periodismo veraz e incorruptible. Cada artículo que publicamos tiene como objetivo proporcionarte información precisa y honesta, con la certeza de que tú eres la razón de nuestro proyecto informativo.

Por ello, queremos invitarte a formar parte de nuestro esfuerzo. Cada euro cuenta en nuestra misión de desafiar narrativas sesgadas y defender la integridad periodística. Desde sólo 1 euro, puedes unirte a esta causa.

Tu apoyo respalda nuestra evolución y envía un mensaje claro: La información sincera merece ser protegida y compartida sin obstáculos. ¡Únete a nosotros en esta misión!



Publicidad


Deja una respuesta

Your email address will not be published.