Mantengo la hipótesis de que Alberto Núñez Feijóo todavía no ha logrado superar el choque traumático que significó para él y para el Partido Popular la derrota parlamentaria en las elecciones del pasado verano, porque anda el hombre como pollo sin cabeza, haciendo declaraciones sumamente contradictorias y se encuentra atrapado entre los micrófonos.
Su fanfarronada de que no fue presidente porque no quiso y no porque le fallaron sus deseados aliados de Junts y PNV fue uno de los hitos de sus incoherencias políticas que generó no sólo el despiporre de media España sino también el humillante recochineo de Pedro Sánchez.
El presidente del PP engrasa sus estrategias a golpe de rueda de prensa y de réplicas a posiciones del Gobierno y de los partidos que lo sustentan y eso le lleva a medir malamente sus palabras y a dar la impresión de que improvisa.
El caso más flagrante de este fiasco lo ejemplifica su desatinada posición sobre el conflicto geopolítico en Oriente Medio. Prosionista hasta la médula, hasta el punto de que se mostró insensible a los brutales bombardeos israelíes sobre Gaza, moduló su mensaje cuando oyó que el rey Felipe VI se mostraba partidario del Estado palestino. Al poco, se sumó a la propuesta sin haberse arrepentido antes de sus palabras.
Y es que el desconcierto en el que está inmerso desde el 24 de julio del pasado año le ha hecho decir una cosa y la contraria en pocos días. Apostó por una oposición radical y asfixiante, pero eso lo convirtió en un sosias de Vox.
La coincidencia con la ultraderecha le privó de marcarse un perfil propio, lo que no le benefició en absoluto. Sus analistas así como sus electores estiman que fue la cercanía con el partido de Santiago Abascal lo que le supuso la imposibilidad de pactar con otras fuerzas para formar gobierno.
A mí me da la impresión de que no las tiene todas consigo para consolidar su liderazgo en el PP a pesar de que tras las elecciones de mayo su primacía se daba por hecha. Por eso, su inseguridad para ser el primus inter pares sobre los barones del partido es la causa de sus habituales traspiés políticos. Y no es porque tema a Isabel Díaz Ayuso como alternativa, sino porque creo que no confía en sus posibilidades.
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