El falso mantra de la cuestión politizada

29 de junio de 2023
Opositores a la Teoría crítica de la raza protestan en el Estado de Virginia. Fotografía: Evelyn Hockstein.

Mientras trabajo en el ordenador, me llega de soslayo el eco de un titular desde la televisión. Me giro y subo el volumen tratando de enterarme, pero es tarde; la emisión de la noticia, de esas de relleno que las productoras compran por paquetes a las agencias, apenas duró diez segundos.

Sin embargo, me quedé con cuatro etiquetas, lo suficiente para buscar más información en internet: Virginia, colegio, padres y racismo. Al final, con objeto de saciar mi curiosidad, me vi obligada a tirar de páginas americanas; aquí, ni siquiera el sitio web del informativo en cuestión aborda la noticia por escrito.

Al parecer, desde hace tiempo andan a la gresca en el acaudalado condado de Loudoun, en el Estado de Virginia, a expensas de la Teoría crítica de la raza (CRT), la cual sostiene que los prejuicios racistas son causados e influenciados más por las estructuras sociales y supuestos culturales que por factores individuales y psicológicos, es decir, el racismo es estructural y sistémico en la sociedad. Las personas no se sienten discriminadas, sino que son discriminadas de facto. Incluso por quienes no se reconocen responsables de ejercer la discriminación o mejor dicho, especialmente por ellos.

Tal es la tesitura actual, que varias patrullas engrosadas por “ciudadanos de bien” se han alzado para responder con una contundente advertencia: no permitiremos que a nuestros hijos les cuenten la historia del racismo en los Estados Unidos como si fuera algo de lo que avergonzarse —numerosos estados sureños, esencialmente republicanos, han blindado los contenidos sobre la historia del racismo en los centros educativos, logrando que este, como fenómeno endémico y al más puro estilo pin parental patrio desaparezca de los libros de texto—, no permitiremos que se les adoctrine en las aulas. Y cuando un yanqui encolerizado, amparado por Dios y por su rifle winchester dice que no lo permitirá es que no lo permitirá.

De momento, la contienda de las AMPAS contra el sistema de educación pública se ha saldado con dos padres detenidos biblia en mano, seis profesores señalados con la letra escarlata, la prohibición de exhibir la bandera confederada en los colegios —lo típico que vas a clase y ondeas una bandera que representa, sobre todo, la lucha de los 11 estados sureños por perpetuar la esclavitud– y el consiguiente debate público que algunos tratan de poner sobre la mesa mientras otros lo barren bajo la alfombra. ¡Uy!, cómo me suena todo esto.

Eso de que la lucha contra el racismo, la homofobia o el machismo está politizada y por tanto conviene mantenerse al margen permitiendo que estas violaciones de los derechos humanos se perpetúen, y todo en pos de que no se nos señale como sujetos políticos, sino apáticos que no se posicionan, me recuerda al mantra español del “prefiero no opinar acerca del feminismo porque se ha politizado”. Claro, claro… no vaya a ser que la gente piense que estás contra el machismo, que como todo el mundo sabe, no tiene padre ni madre ni políticos que lo suscriban, al menos abiertamente; son infames, pero no tontos. Ya es sabido que hoy en día, te posicionas contra la sodomía y otras perversiones y lo mismo te hacen el vacío como al bueno de Viktor Orbán en Bruselas o al más bueno aún de Ortega Smith, poniendo pucheritos a escasos metros de sus homónimos solo y sólo (sic) porque se niega a salir en la foto de condena institucional al terrorismo machista; 22 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año, deben de parecerle pocas.

El 25 de junio de 2021 celebramos que por fin, en este país, si alguien que está sufriendo a causa de una enfermedad degenerativa expresa su firme voluntad de dejar de vivir y un comité técnico así lo avala, es libre —si acaso a morir para dejar de sufrir se le puede llamar libertad— de hacerlo. Y como no podía ser de otro modo, PP y Vox recurrieron dicha ley desde el minuto uno. Embestir cualquier ley de valor social es su única misión. Desde luego, jamás ha habido oposición que haya luchado tanto y siga luchando por destruir lo que toda una sociedad lleva años construyendo.

Me pregunto si, como sucede con el feminismo, la gente también piensa que la eutanasia está politizada. Me pregunto si entre los valedores del PP y de Vox no hay nadie, absolutamente nadie a favor de la misma. Nadie con un mínimo de compasión por el padecimiento ajeno.

Me produce mucha curiosidad, porque yo, como votante habitual, comulgo con la esencia de las distintas formaciones a las que voto. No podría dar por ejemplo mi papeleta a alguien que lleva entre sus propuestas blindar la tauromaquia o prohibir el aborto. Pero claro, yo es que soy una radical extremista.

Me hace gracia que la gente utilice el mantra del “esa cuestión está politizada” para desmarcarse de la misma; como si necesitaran alguna excusa para alejarse de la política de su comunidad o de cualquier otra cuestión. Como si el miedo a manifestar su ideología les paralizara. El racismo, el machismo, la homofobia, el feminismo, el ecologismo, la eutanasia, el aborto, la religión no es que estén politizados, es que son política.

Dejad de utilizar ese mantra como excusa para no posicionaros, porque aunque no lo creáis, permanecer en la orilla evitando mojarse, la indiferencia, la inacción, relegar nuestra responsabilidad como sujetos de derecho en terceros, incluso votar en blanco o no votar también es política. Ningún acto ni omisión del mismo es vano. No tomar partido es tomar partido.

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