«¡Este tipo es un gafe!», exclamó un habitual de mi bar favorito, tras cerrar su móvil y enterarse, vía Facebook, de que la Eurocámara había dado el visto bueno al nombramiento de Teresa Ribera como vicepresidenta y comisaria de Competencia y Transición Ecológica de la Unión Europea.
Este enésimo, pero no por ello menos llamativo, tropezón de Alberto Núñez Feijóo en la política española y europea deja claro que todo lo que toca se convierte en ridiculez y que tiene tantas posibilidades de gobernar España como un servidor de ganar el Premio Nobel de Física.
Se empeñó Núñez Feijóo y su troupe en eximir al president de la Generalitat Valenciana de sus innumerables errores y ausencias injustificadas durante las trágicas inundaciones de la DANA del 29 de octubre —con 221 fallecidos, 5 desaparecidos y la región arrasada—, porque Carlos Mazón es uno de los barones dilectos del líder del PP, aunque sus despropósitos punibles afectaran directamente las perspectivas de la derecha española.
Y no tuvo mejor ocurrencia la cúpula popular que endilgarle la responsabilidad de la catástrofe a la ministra Teresa Ribera, con el propósito de cobrarse una pieza de primer orden e impedir su nombramiento en el Parlamento Europeo, dándole un coscorrón al presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez.
Para lograr el objetivo, se difundieron los bulos más ruines, buscando la complicidad de los sectores más ultras del PPE, con Manfred Weber a la cabeza. Era una tarea difícil, pero había que intentarlo para que Núñez Feijóo, al menos, pudiera disfrutar de unos días de gloria.
Pero, al final, Bruselas se negó a erosionar la figura de Ursula von der Leyen y echó por tierra la rabieta del gallego, hasta el punto de que sus correligionarios europeos terminaron votando por la candidata socialista. Además, Weber le lanzó una pedorreta con retintín a los conservadores patrios, que no caben en sí de vergüenza.
Alguien tendría que decirle al líder del Partido Popular que la derecha no se merece tantos contratiempos y que ya va siendo hora de que asuma sus torpezas y miserias. Cuanto más tiempo esté Mazón al frente de la Generalitat, más posibilidades tendrá la izquierda de gobernar esa comunidad autónoma. Al final, las cuchipandas se pagan.
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