“Pelando la cebolla” (Alfaguara, 2008) fue un libro decisivo en la trayectoria literaria y en la propia vida de Günter Grass: uno de los escritores más notables en lengua germana. Se trata de una autobiografía sincera, un ejercicio confesional en el que reconoce su pasado nazi; un desdoro, un último resto del que tenía que despojarse, y así lo hizo: «Fueron apenas unos meses, tenía diecisiete años. No me alisté voluntario y hasta los Juicios de Núremberg no tomé conciencia de los crímenes nazis. Yo no disparé un solo tiro, no estuve implicado ni asistí a crímenes de guerra.»
Como consecuencia de todo esto —al margen de las duras críticas recibidas, llenas de estupor e indignación— un destacado sector de la sociedad reclamó tras la publicación del libro la retirada del Premio Nobel otorgado al literato alemán por la Academia Sueca en 1999.
Nacido en la antigua Ciudad libre de Dánzig en 1927, Grass fue desde siempre un personaje incómodo, tanto para el sistema conservador y los denominados viejos nazis como para el Partido Socialdemócrata de sus amigos y correligionarios Willy Brandt y Gerhard Schröder.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial comenzó su formación académica: estudió arte gráfico y escultura en Düsseldorf y Berlín. Más adelante se integró en el Grupo 47, un colectivo de intelectuales renovadores de la literatura alemana de posguerra.
En el inicio de la segunda mitad del pasado siglo viajó por Italia, Francia y España, iniciando por entonces una prometedora carrera poética. Su primer trabajo, que navega por aguas surrealistas, fue “Las ventajas de las gallinas de viento” (1956). En 1959 publica “El tambor de hojalata”, posiblemente la obra más representativa de la literatura teutona y el filme estandarte del Nuevo Cine Alemán, este fue dirigido por Volker Schlöndorff.
En la década de los años sesenta, Grass regresó a Berlín para escribir otras dos novelas, que junto con la anterior forman la trilogía de Dánzig: “El gato y el ratón” (1961) y “Los años de perro” (1963).
En 1966 ve la luz su texto teatral más importante, “Los plebeyos ensayan la rebelión”. Políticamente muy comprometido, hace campaña durante ese período a favor del SPD de Brandt y deja constancia de sus experiencias en “Del diario de un caracol” (1972); una historia fronteriza donde la narrativa, la política y las vivencias propias se confunden y diluyen.
Sus escritos políticos se recogen en varios de sus libros como “Alemania: una unificación insensata” (1990), “Malos presagios” (1992) o el ensayo de 1993 “Discurso de la pérdida. Sobre el declinar de la cultura en la Alemania unidad”.
En sus novelas se entremezclan de forma poco convencional el realismo, lo macabro, la fantasía y el simbolismo, desembocando en la cuestión de la culpabilidad colectiva. Sus obras representan por lo general la lucha del hombre por preservar su singularidad en medio de lo que se podría entender como la pesadilla materialista de la vida contemporánea.
Además del Premio Nobel de Literatura, la relación de distinciones que Günter Grass recibió en vida es innumerable, pero, según sus palabras, uno de los premios que más apreció fue el Hidalgo, que la Asociación Nacional Presencia Gitana le concedió en 1993. Porque, tan importante como su bibliografía fue también su constante defensa de los derechos humanos y su permanente moral con la época que le tocó vivir.
En octubre de 2012, coincidiendo con su 85 cumpleaños, se presentó el poemario “Mosca de un día”, con textos sobre la vejez y la muerte. El 25 de agosto de 2015, seis meses después de su fallecimiento, la editorial Steidl lanzó a modo de homenaje póstumo “Sobre lo finito”, la afligida despedida de un autor cuyo universo creativo debería entenderse como el ejercicio de penitencia de toda una vida.
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