Mantener viva la memoria contra el nazismo sí, es justo y necesario: porque el relato casi siempre lo firman los vencedores —espíritus envilecidos—, y porque en otros casos, y por si así no fuera, los pasajes más atroces del “choque humano” podrían desvanecerse en el olvido.
En ocasiones, no hace falta exhumar fosas para sentir la reverberación del sufrimiento, del quejido roto de quien fue aplastado con saña por el inmisericorde invicto. En ocasiones, no es necesario mancharse las manos con tierra, ahondando en el pasado más salvaje para no volver a repetirlo; hay quien sin saber viste de diario el martirio de millones de víctimas del Holocausto: porque Hugo Boss fue el sastre de la Alemania de Adolf Hitler, convirtiendo su modesto taller en un negocio próspero dentro de la industria textil. Pero no fue el único, muchos otros aprovecharon la circunstancia en la convulsa Europa para forjar un venturoso destino, como los hermanos Adolf y Rudolf Dassler, miembros del Partido nazi y creadores de las marcas Adidas y Puma.
En los últimos años de la contienda, y para cumplir con los encargos del Tercer Reich, Boss utilizaba cada jornada —en condiciones de esclavitud— a ciento ochenta prisioneros como mano de obra forzada, la mayoría mujeres judías procedentes de Francia. La empresa se centró por entonces en la confección de uniformes para la Wehrmacht y las Waffen SS.
Según el historiador Henning Kober, el costurero de Metzingen tenía en su apartamento una fotografía con Hitler tomada en el Nido del Águila, lugar de retiro del Führer en las montañas de Berchtesgaden. Tras ser juzgado por un Tribunal de desnazificación al finalizar la guerra, Hugo Ferdinand Boss murió en 1948, pero su legado sobrevivió.
En la década de los años 60 del siglo XX, la estrategia de la marca se definió por un cuidado diseño y la fabricación de elegantes trajes, obteniendo gran éxito y notoria repercusión a nivel mundial.
La verdadera historia de Hugo Boss permaneció archivada más de cincuenta años en un registro de cuentas bancarias suizas de la época de la Segunda Guerra Mundial. En el verano de 1997 se hizo público el nombre del empresario alemán que figuraba en esos documentos.
En 2011, la compañía fue adquirida por el grupo italiano Marzotto. La nueva Junta directiva decidió pedir disculpas desde su sitio web oficial por las prácticas desarrolladas por su fundador, en un intento de preservar la integridad de la firma.
«Lo que está hecho no se puede deshacer, pero uno puede prevenir que vuelva a suceder.» (Ana Frank)
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