Aproximadamente ciento veinte millones de niñas y mujeres en todo el mundo han sido víctimas de la mutilación genital femenina, MGF. La MGF adquiere distintas formas en cada país: el corte del forro del clítoris (circuncisión), la extracción de todo el clítoris (escisión) o, en su forma más extrema, la extracción de todo el aparato genital externo y la sutura de los dos lados de la vulva, dejando sólo una pequeña apertura vaginal (infibulación).
Al menos dos millones de niñas cada año, seis mil cada día, corren el riesgo de ser víctimas de la MGF. Las consecuencias para la salud de aquellas que sobreviven al procedimiento —que generalmente es hecho sin anestesia— incluyen infección crónica, intensos dolores al orinar, al menstruar, durante las relaciones sexuales y el parto, además de un trauma psicológico indeleble por el resto de sus vidas. La MGF es una forma extrema de las muchas prácticas tradicionales usadas alrededor del mundo para negar la independencia e igualdad de la mujer. Este hábito es defendido por hombres y mujeres en las culturas donde se practica como un rito de iniciación y un prerrequisito social para el matrimonio, y se usa para controlar la sexualidad de la mujer, asegurando su virginidad y suprimiendo el deseo sexual.
La MGF se asocia frecuentemente con el Islam, pero no hay ningún mandato en el Corán para que esta se efectúe. Además, no se practica en todos los países islámicos. La MGF prevalece en la franja de países africanos que se extiende a lo largo del centro del continente. También existe en algunos de los países asiáticos y entre los emigrantes de Europa occidental y América del norte. Incluso en décadas tan recientes como la de los años 40 y 50 del siglo XX, algunos médicos usaban la MGF en Inglaterra y Estados Unidos para combatir la histeria, el lesbianismo, la masturbación y otras “desviaciones sexuales” que se percibían en niñas y mujeres.
Las mujeres que provienen de culturas donde se practica la MGF reconocen cada vez más el devastador daño que esta causa y los movimientos para lograr su erradicación aumentan exponencialmente. Sin embargo, los recursos para la lucha son escasos y las mujeres africanas que están librando esta batalla a nivel de base reciben un apoyo mínimo de los organismos internacionales.
El 20 de setiembre de 1993, la cadena de televisión estadounidense ABC mostró un reportaje en el programa “Day One” en el cual James Grant, director ejecutivo de UNICEF, reconoció que de los 922 millones de dólares de presupuesto de la entidad, ni siquiera un millón —menos del 0,1%— se destinada a prevenir la MGF.
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