Si yo fuera Arnaldo Otegi (“Padre, aparta de mí este cáliz”) escribiría una carta a todos los dirigentes del Partido Popular que advirtieron de las amenazas que para España supone que el PSOE se apoye en EH Bildu para lograr mejoras sociales para toda la ciudadanía y les daría las gracias de la manera más efusiva posible por contribuir al incremento de los respaldos que la formación abertzale ha tenido en el País Vasco hasta el punto de que, merced al alarmismo de Isabel Díaz Ayuso y otros congéneres de similar catadura, las listas de esta coalición han experimentado un arreón muy importante. Consideraría también la posibilidad de convocar una rueda de prensa para hacer partícipe al conjunto de la sociedad española del “orgullo y satisfacción” por el éxito obtenido y emplazaría a todos los patriotas a seguir poniendo a parir a EH Bildu con vistas a las elecciones generales del próximo 23 de julio, porque el partido todavía está en condiciones de crecer en diputados y votos.
Pues ya os disteis cuenta de que la estrategia de advertir sobre las maldades de la izquierda abertzale ha salido como un tiro por la culata, por cuanto el partido que lidera Otegi ha conseguido la Diputación de Guipúzcoa, ha sido el segundo más votado en el ayuntamiento de Pamplona y ha crecido exponencialmente en Navarra, Bilbao y San Sebastián, además de los diferentes pueblos de la comunidad autónoma.
Y lo más desternillante de esta estrategia suicida del PP y sus mariachis es que han conseguido que EH Bildu haya sido la fuerza más votada en Vitoria, donde han sido alcaldes singulares militantes conservadores como Alfonso Alonso o Javier Maroto, lo que supone, realmente, un auténtico atentado al sentido común de nuestra derecha, cuyo cortoplacismo es digno de mejores resultados.
Ya sé también yo que lo que pretendían con sus críticas los ultraconservadores españoles no era influir en las elecciones en territorios vascos, porque saben que ahí tienen menos porvenir que un espía sordo, sino consolidar su odio a todo lo que signifique Euskadi en poblaciones muy castellanas, con el objeto de asegurar más votos para la derecha en Cuenca o en Jaén.
Pero es posible que cuando EH Bildu asuma que puede hacer daño a los conservadores igual se le ocurre presentar lista en algunas de esas circunscripciones de fuera del País Vasco y entonces sí que será el momento del crujir de dientes, porque basta que consiga unos pocos votos en las elecciones generales para que el personal se eche las manos a la cabeza y se pregunte qué tipo de sociedad puede salir de estas tácticas autodestructivas.
Creo que lo contaba hace pocos días cuando escribí sobre la ofensiva de la derecha por las candidaturas de EH Bildu con unos cuantos antiguos miembros de ETA en sus listas que ya cumplieron su condena y su inhabilitación (salvo una mujer), tal y como confirmaron las autoridades judiciales. Quise decir y repito ahora que cargar las tintas sobre un partido con el fin de desprestigiarlo, en ocasiones, produce el efecto contrario y el resultado se vuelve cual bumerán contra quien lo hace.
Y ojo, queridos rojos, que lo que vale para EH Bildu vale también para Vox. Si sobreactuamos en las críticas a la ultraderecha, igual sólo conseguimos que los vote más gente. Puedo entender a quienes no quieren ver a destacados abertzales en listas electorales, como puedo entender que muchos sintamos repulsión por la presencia en el Congreso de los Diputados de un tipo llamado Iván Espinosa de los Monteros, cuyo abuelo fue un militar golpista que atentó contra la República además de ser un cruel asesino, como quedó escrito en la Historia.
Pero en esta sociedad tan escasamente consolidada desde el punto de vista democrático, agitar el avispero de las descalificaciones tiene resultados no siempre apetecibles. De todas formas, como la derecha suele odiar todo lo que no concuerde con sus intereses económicos e ideológicos ya veréis cómo seguirá lanzando mierda contra los filoetarras, los secesionistas catalanes y los perroflautas de Podemos. Y habrá que agradecérselo con la máxima efusividad posible.
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