Las obsesiones sucesivas de Punset

Eduard Punset revolucionó la divulgación científica con su programa de televisión “Redes” y sus libros incisivos. Desafiando nuestras percepciones, mostró cómo el conocimiento científico puede transformar nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. Con un enfoque innovador y una curiosidad insaciable, abrió nuevas puertas al entendimiento humano
7 de noviembre de 2019
En la imagen, el mítico divulgador científico Eduard Punset. Fotografía de archivo.

«No somos excepcionales. No somos el centro del cosmos. Somos unos recién llegados al teatro de la vida, que se remonta a más de tres mil millones de años. A la luz de lo anterior, es muy difícil ir de fanfarrón». (Eduard Punset)

Eduard Punset nació en Barcelona el 3 de noviembre de 1936. Fue abogado, economista, escritor y divulgador científico. Desarrolló un papel destacado en la apertura de España al exterior como Ministro de Relaciones para las Comunidades Europeas. En referencia a su labor política durante el gobierno de Adolfo Suárez, Punset manifestó que «en ese mundo, los cambios son muy parsimoniosos y sólo hay novedades por ráfagas; luego, pueden pasar cuarenta o cincuenta años de silencio». Su participación en la política se produjo en plena ventolera de la Transición; rápidamente se percató de que lo nuevo estaba ocurriendo en el ámbito de la ciencia.

Durante dieciocho años, Punset puso en práctica en las madrugadas de La 2 su programa “Redes”, un proyecto audiovisual de divulgación científica que, con los años, se convirtió en un ícono. Precisamente por su contribución a la difusión de aspectos relacionados con la investigación científica, médica y medioambiental a través de la televisión, su sitio web y sus numerosas conferencias y publicaciones escritas, en 2006 recibió el Premio de Periodismo Rey Jaime I, concedido por la Generalitat Valenciana.

Tras sus exitosos “Adaptarse a la marea” (Espasa, 2004) y “El viaje a la felicidad” (Destino, 2005), Punset publicó otros diez libros, cerrando su bibliografía con “El viaje a la vida” (Destino, 2014).

La lectura pausada de las obras de Eduard Punset revela que la comprensión de nuestro cerebro puede suponer el último escalón para una humanidad que hasta hoy se ha mantenido a oscuras y ha vivido equivocada, aceptando disparates como que somos capaces de tomar decisiones racionales o que podemos fiarnos de nuestros recuerdos. ¿Es el alma el resultado de reacciones químicas y eléctricas, tan solo? ¿Depende el amor de unas simples conexiones neuronales? ¿Se puede manipular el pensamiento de otros? ¿Tienen los artistas un cerebro distinto? ¿Lo que sugiere nuestro instinto es lo que somos? ¿Nos engañan nuestras percepciones? ¿Tenemos el mismo cerebro que nuestros antepasados de la Edad de Piedra? Recorrer el universo punsetiano supone desaprender multitud de aceptaciones y descubrir otras tantas; como que la inteligencia se define por la capacidad de realizar predicciones o que la libre voluntad depende de la salud de la corteza prefrontal.

«El método científico es, en nuestro tiempo, el instrumento primordial para profundizar en el conocimiento. La adaptación al futuro sólo puede facilitarse desde la humildad de la Ciencia, que no tiene dogmas ni Papas». Punset solía comentar que tenía la sensación de no haber trabajado ni un solo día a lo largo de su vida. Lo que para otros son obligaciones profesionales, para él eran “obsesiones sucesivas”. Su aspecto, con cierto aire de doctor maligno, su gestualidad y su marcado acento contribuyeron a la configuración de una distinguida figura icónica que trascenderá el paso del tiempo (si es que este existe).

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