Sainetes para reir a carcajada limpia

19 de junio de 2022
En la imagen, el periodista Federico Jiménez Losantos. Foto: Dani Pozo.
En la imagen, el periodista Federico Jiménez Losantos. Foto: Dani Pozo.

Hace unos días atrás recordaba con otros viejunos de mi quinta nuestras noches adolescentes de sábado pegados a la televisión familiar donde, entre folclóricas y cantantes italianos de melodías de siempre, aparecían unos tipos que decían ser humoristas y nos contaban chistes de gangosos, mariquitas y Ramonas pechugonas con dos cántaros por pechos. Supuestamente, teníamos que reírnos. Y vaya si lo hacíamos. Pero no con ellos, sino de ellos.

Ahora que ni Arévalo ni Antonio Ozores ni Cassen ni otras joyas del humor macarra de finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo XX ya no nos alegran las noches de los sábados, tenemos que buscarnos alternativas que pongan de relieve cómo lo casposo es motivo de hilaridad entre nuestra generación.

Cada uno busca lo que puede y donde puede. Y servidor ha encontrado un nicho de descojone entre los columnistas de extrema derecha que proliferan en nuestros medios de comunicación. Y dejadme deciros que mi personaje favorito es Federico Jiménez Losantos.

No me pierdo un solo comentario del enano saltarín —Luis del Olmo dixit— y tengo que recomendároslo como terapia fundamental para echar unas risas y olvidar las decisiones judiciales que de tan mala leche nos ponen.

Uno de los últimos delirios de este profeta turolense llevaba por título algo así como “Paracuellos, el mayor genocidio”. Y claro, este trataba de las “sacas” que los rojos republicanos realizaron en ese pueblo de Madrid y que supusieron, según Losantos, el mayor crimen de la guerra de España. Ni la “desbandá” de Málaga ni los bombardeos de Guernica ni los asesinatos masivos e indiscriminados de las huestes del general Yagüe en Badajoz. El genocidio por antonomasia fue Paracuellos.

Evidentemente el mayor culpable y asesino fue Santiago Carrillo, a pesar de que nadie pudo demostrar su culpabilidad. Pero eso, al mayor divulgador de bulos del periodismo, qué más le da. Repetir una mentira hasta convertirla en verdad. Es una pena que ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Pedro Sánchez hubieran nacido en esos años, porque si no ya habría algún español de orden que los hubiera visto empuñando un arma para matar a un cura.

En otro paisaje de ese inolvidable panfleto de Federico se dice que el Proyecto de Ley de Memoria Democrática que prohíbe elogiar al fraquismo es, como no podía ser de otra manera, propio de comunistas. Y uno se pregunta si la ley alemana que castiga con cárcel la apología del nazismo es también cosa de comunistas. O la norma italiana.

Ya veis que Jiménez Losantos nos deleita con mensajes que nos derivan a un mundo de carcajada limpia. Y claro, eso tiene que ser motivo de satisfacción entre los mortales que matarían por una sonrisa. Y habiendo comentarios de Federico, quién se acuerda hoy de Arévalo y aquellos genios de nuestra adolescencia.

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