Ahora que la OTAN empieza a replantear su estrategia con respecto a Ucrania debido a que el Gobierno de Zelenski está gastando dinero a manos llenas y perdiendo una cantidad significativa de armamento, incluso llegando al punto en el que Stian Jenssen, jefe de gabinete del secretario general de la Alianza Atlántica, insinuó al presidente ucraniano que aceptara una posible partición de su territorio (aunque luego retrocedió y afirmó que fue un malentendido), es hora de que conozcamos un poco de la historia de Volodímir Zelenski, de su trayectoria y de sus obsesiones políticas, ya que se convirtió por obra y gracia de los medios de comunicación hegemónicos en un referente de la lucha por la libertad.
Para comprender su ascenso, habría que remontarse a 2014, cuando Rusia decidió intervenir en favor de los habitantes de la Ucrania más rusa, tras la prohibición por parte del gobierno de Kiev del uso de su idioma natal y promover activamente el uso del dialecto ucraniano. Las diferencias ideológicas, que eran cercanas a posiciones neonazis, y las económicas, que se inclinaban hacia la Unión Europea y Estados Unidos, llevaron a los habitantes de Donbás y Crimea a no estar de acuerdo con el gobierno central de Ucrania, permisivo en cuanto a la instalación de bases de misiles en el país, lo que generó una gran preocupación en Moscú.
El carácter liberal del héroe de la teleserie “Servidor del pueblo” no deja de ser un bulo propiciado por sus amigos norteamericanos y los mandamases de la Unión Europea. Zelenski no sólo decretó la prohibición del Partido Comunista de Ucrania porque le chafaba sus propósitos y objetivos de acercar Ucrania a Polonia y a los intereses de la República Checa y de los países bálticos, sino que también lo ilegalizó, impidiendo su participación en futuras elecciones preservando así todo el poder e influencia para sí mismo.
Pero los comunistas y los rusos no son sus únicos enemigos, recientemente ordenó la ilegalización del Partido Socialista de Ucrania, que no se alineaba con sus posturas proatlantistas, algo que no era un obstáculo para que los compañeros ideológicos de los socialistas de Kiev (Josep Borrell, Felipe González y el propio Pedro Sánchez) manifestaran su oposición a esa medida despótica. Pero no dijeron ni pío.
Y no digamos nada de la cancelación de medios prorrusos como Russia Today y Sputnik o el acoso a los intelectuales que ponen sobre la mesa el acercamiento ideológico de Ucrania a las posiciones neonazis que representa, entre otros, el Batallón Azov. Mientras tanto, Occidente pasa por alto las represalias contra destacados ucranianos que no están conformes con la deriva política del país.
Uno empieza a pensar que esta guerra dura ya demasiado para los intereses de la OTAN y de Estados Unidos; y eso que ninguno de ellos ha puesto la carne de cañón en el frente como sí han hecho los rusos o los propios ucranianos, que regresan envueltos en una bandera azul y amarilla para ser enterrados por sus familias en su lugar de origen. A excepción de los mercenarios de diferentes nacionalidades que forman parte de grupos paramilitares que apuestan por quien mejor rente sus intereses, los fallecidos en combate son naturales de los dos países en contienda. En este punto, hasta las familias de los soldados de Kiev comienzan a manifestar su cansancio ante este conflicto que sólo beneficia a Estados Unidos y perjudica a todos los involucrados, pero sobre todo a los alemanes y a los europeos.
Es por eso que surgen rumores, debates y especulaciones sobre la posibilidad de encontrar una solución que ponga fin a esta guerra. Sin embargo, las grandes potencias observan pasivamente las supuestas conversaciones de paz, ya que está claro que ni Zelenski se va a salir con la suya ni Ucrania va a ganar la pugna desde una perspectiva militar.
Al mismo tiempo, parece que a Vladímir Putin y a sus altos mandos militares ya no les sirve el alto el fuego y están más por la labor de tragarse toda Ucrania y repoblarla con rusos y ciudadanos de otros países aliados. Según se dice, no tienen prisa. Las sanciones están ya amortizadas y los que padecen los efectos económicos de la guerra están en la Unión Europea. Habrá que ver cómo evolucionan los acontecimientos.
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