Gigantes de barro: tras la máscara de los tiranos

En un mundo de opresión y corrupción, los poderosos manipulan a su antojo, ignorando derechos básicos. Ocultos tras máscaras sociales, imponen su voluntad, sofocando la disidencia y la verdad con impunidad
27 de marzo de 2024
Fotograma de la película “Eyes Wide Shut” (1999), del genial director y guionista Stanley Kubrick.

Si el río anda revuelto, y lo está, ganan los de siempre. Los dueños de las cañas de pescar y de las redes. Los que manejan el cotarro en ocultos y poco aireados conciliábulos. Los que compran voluntades con fajos de billetes o con amenazas imposibles de sortear. Los que dan limosnas en vez de garantizar derechos inalienables reconocidos en todas las convenciones internacionales. Los que están dispuestos a lo que fuere siempre que un trozo del pastel les llegue, aunque los muertos haya que recogerlos con maquinaria pesada y enterrarlos en zanjas, amalgamados, no identificados, desterrados de la vida a criterio del dictador de turno.

Y puede que no se les vea, sí, pero no se confundan, están siempre presentes ojo avizor, escondidos entre las matas de la organización social, agazapados como las liebres cuando se encaman. Y créanme, lo de ser lobo les viene de cuna, de estirpe; por tradición o por aprendizaje a veces ―aunque esto último no se entienda―.

Y a la menor de cambio, cuando ven una rendija en algún sistema, una oportunidad digna de que ellos se molesten y que les pueda engrosar la billetera o las cuentas opacas en lugares inexplicables para los demás, ponen el gallinero de la sociedad patas arriba y sacan las banderas y los estandartes y los cantos y las mentiras y los bulos y las escopetas y los tanques y a la soldadesca…, y destruyen lo que fuera menester para cargarse el libre albedrío, la libertad de pensamiento y de cátedra, la igualdad ante la ley, los derechos adquiridos…, y, ni cortos ni perezosos, se inventan una nueva ―vieja― historia de sumisión adaptada escrupulosamente a sus intereses; y entonces, entonces encierran en mazmorras a la palabra y si es menester matan y entierran a los disidentes, a los díscolos, a los diferentes.

Y lo anterior, que pudiera parecer un cuento, es tan cierto que quien firma esto se hace llamar Paco Huelva, y que algunos de los que ahora me leen andan cabeceando afirmando o negando tales inconvenientes. Pero, hace tiempo que los tales vaivenes me importan una higa. Pueden venir a por mí cuando les parezca conveniente.

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