¿En qué se diferencia un rico estadounidense de otro español? Pues sencillo, mientras los primeros pagan los impuestos que les corresponden y pueden contestar al apelativo de contribuyentes, nuestros compatriotas se escaquean siempre que pueden, hacen gala de engañar a Hacienda y exigen cada cinco minutos que se les bajen los impuestos porque ellos no han venido a este mundo a contribuir sino a llevárselo por el morro.
Todos sabemos que nuestros ricos, que van siempre emperifollados con la rojigualda, no tienen la patria en la cartera y pretenden que seamos el resto de españolitos los que les paguemos las putas, los yates y los colegios de los niños, privados por supuesto. Difunden por tierra, mar y aire, el bulo de que los tributos españoles están por encima de la media europea y luego cuando rebates con datos y cifras te insultan y te dicen que lo que pretendes en realidad es abolir la propiedad privada.
No me imagino que en España se llegue a generar un movimiento de multimillonarios similar al que hay en Estados Unidos, si bien no son muchos, algunos son lo suficientemente representativos como para que el erario les incremente la fiscalidad con el fin de participar económicamente en el desarrollo del país y distribuir la riqueza de manera que pueda reducirse la desigualdad entre los ciudadanos de la nación. Lo cierto es que uno siente envidia sana de estas personas que tratan de ser lo más justas posible y revertir aquella decisión de Donald Trump y los republicanos de reducir el pago fiscal de los que más tienen. Incluso el presidente Joe Biden ha presentado un proyecto de ley para subir los tributos a los más ricos y se ha encontrado con el muro de los republicanos, o sea, la rancia derecha yanqui.
Precisamente estos días, coincidiendo con la cumbre de Davos, un grupo de multimillonarios de varios países se manifestaron en las calles de la ciudad suiza para reclamar que les impongan más trabas fiscales, lo que hace todavía más ininteligible la tacañería de los adinerados españoles, que mandan a sus empleados de la política de derechas a que hagan todo lo posible por mantener su dinero a buen recaudo.
Es curioso que, incluso, en un gobierno que se dice progresista y tiene un acuerdo para incrementar los impuestos de quienes más tienen, los encargados de llevarlo a la práctica se hacen los remolones y tratan de alargar la agonía del dinero público, incluso con el riesgo de incumplir lo firmado. Podría decir los nombres de los ministros que miran para otro lado y repiten como un mantra que no es el momento para incrementar la contribución a la sociedad de ciudadanos y empresas con beneficios. Acaba de plantear el propio Ejecutivo, o séase la parte mayoritaria socialista, que el impuesto de sociedades no se va a tocar hasta el año 2024, cuando posiblemente en el Consejo de Ministros se sienten otras personas que no son tan partidarias de que los que más tengan, más paguen.
Juro por mis ancestros acordarme de la madre que parió a aquellos cantamañanas que se dicen constitucionalistas y eluden la puesta en marcha del Artículo 31. 1 de nuestra Carta Magna, que dice bien clarito que al erario nacional contribuirán más los que más tienen. Y no lo dice una normativa de un país bolivariano sino la de esta España a la que agradecemos el triunfo de la reconciliación y de la Transición. El cinismo de algunos españoles merece la peor de las malaventuras. Sólo se pide cumplir la Ley. ¿Es reivindicar en demasía?
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