Helsinki es una ciudad moderna que supera hoy los seiscientos mil habitantes. Capital de Finlandia, fue fundada en 1550. La hija del Báltico, como se la conoce popularmente, se levanta en medio de hielos y bosques, de islas y bahías. Su arquitectura y su cultura concentran una interesante mezcla sueco-rusa. Su presente se caracteriza por la internacionalización, las conexiones con Oriente y Occidente y un impetuoso desarrollo cultural.
Existen diferentes perspectivas de Helsinki, desde el golfo, sus cúpulas o desde sus calles. Muchos aseguran que la mejor vista se tiene desde la Torre del Estadio Olímpico. El centro antiguo se localiza en la Plaza del Senado, a espaldas de la imponente catedral luterana. Un punto clave de la ciudad es la Estación Central de Trenes. Frente a ella está el Ateneum, museo donde se conserva la más importante colección pictórica del país. Muy cerca, el Museo Kiasma, que expone arte finlandés contemporáneo.
Además del atractivo artístico del centro, existe otra zona en la que se desarrolla la actividad cultural de Helsinki: en Töölö se sitúan teatros, museos y salas de conciertos, enmarcados por parques, bosques y lagos. Los edificios de estilo art nouveau de la calle Huvilakatu, en el barrio Eira, construidos a principios de siglo dotan a esta parte de la ciudad de un estilo diferente. Katajanokka, es el barrio histórico, donde se asienta el puerto de amarre de la flota de rompehielos finlandesa.
Antes de que llegue el intenso invierno, la vida transcurre en la calle, siempre en busca del sol. La plaza y la avenida Esplanadi y sus aledaños son un punto de encuentro al aire libre para vecinos y turistas, que disfrutan de los bares y restaurantes. Desde la estatua de los Tres Herreros sale una de las calles comerciales más importantes de la ciudad, Aleksanterin. En las inmediaciones están Mannerheimintie y Fredrikinkatu, otras dos calles que conviene visitar, además de Esplanadi.
Helsinki es ante todo un lugar tranquilo. Pero el fin de semana se transforma en otra ciudad, menos ordenada y mucho más bulliciosa. Cuando la luz del día se prolonga en las noches blancas, la diversión incita a romper la norma tras unas copas de vodka, a apurar la noche bailando en los locales de moda y, si es posible, a prolongar la fiesta hasta el domingo; cuando la seriedad vuelve a aparecer.
Hay quienes piensan que las ciudades muestran su verdadero encanto en condiciones extremas. Y del mismo modo que habría que visitar el Sáhara en verano y la India durante los monzones, a Helsinki habría que viajar durante el invierno, cuando los días son tan cortos que pasan como un suspiro.
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