Me parece una tremenda equivocación la decisión del Gobierno de Nicaragua de encarcelar al obispo Rolando Álvarez por no querer salir exiliado de su propio país, porque lo que demuestra este dictamen es más debilidad que fortaleza y porque pone de relieve la inseguridad jurídica de un país que derribó la dictadura somocista para convertir al sandinismo en una doctrina autoritaria únicamente con el fin de salvarle la cabeza a su presidente Daniel Ortega y a su pareja, la vicepresidenta Rosario Murillo.
Como sabéis, hace pocos meses, el gobierno nicaragüense excarceló y expulsó a Estados Unidos a antiguos guerrilleros y líderes del FSLN que estaban en prisión por haberse opuesto al actual jefe de la mayor de las repúblicas centroamericanas. La sentencia incluía también a monseñor Rolando Álvarez, pero este se negó rotundamente a abandonar Nicaragua sufriendo las mayores afrentas por parte del régimen de Managua, que lo encerró en la prisión de máxima seguridad “La Modelo”, llegando incluso a burlarse de él e insultarle al afirmar que estaba desquiciado y era un energúmeno.
La represión sufrida por el obispo Álvarez es un terrible error, no sólo por la consecuente escalada de tensión entre la actual cúpula del sandinismo y el poder clerical, sino porque Ortega y el equipo que lo apoya tienen resortes suficientes entre los propios miembros de la Iglesia católica local para hacer de contrapeso con el que enfrentarse al obispo de Matagalpa, al que sus cuidadores consideran que está sufriendo un deterioro importante en su estado de salud.
El actual régimen de Managua muestra con esta resolución una falta de seguridad alarmante para sus intereses, encontrando el rechazo no sólo de sus opositores, sino también de una abundante masa de devotos que viven en Nicaragua, donde la tradición e influencia de la Iglesia es sobresaliente, como se ha demostrado a lo largo de la historia.
En este país de América Central, las relaciones entre el sandinismo y la Iglesia han sido siempre muy complejas. Baste recordar, en este punto, el duro enfrentamiento que durante el primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) —tras el derrocamiento de Anastasio “Tachito” Somoza— mantuvo el entonces cardenal Miguel Obando y Bravo, quien protagonizó sonadas confrontaciones con los nuevos detentadores del poder político.
Curiosamente, tras el fallecimiento del cardenal Obando y Bravo el 3 de junio de 2018, la Iglesia dio un golpe de timón y del odio pasó al amor con la pareja presidencial hasta el punto de que el entonces obispo emérito de Managua ofició el matrimonio de quienes, según él mismo señaló, habían vivido en pecado durante más de 25 años. Todo esto se dice que fue obra de Rosario Murillo, con el apoyo de algunos familiares que estaban en la órbita de la jerarquía eclesiástica.
Se atribuye también a aquella nueva relación la prohibición total del aborto impuesta por Daniel Ortega, que pensaba que gracias a esta decisión podría atraer a muchos católicos a sus tesis. Pero se trató de un error de cálculo, porque aunque la jerarquía de la Iglesia se alegró del hecho, bastantes sacerdotes que ya se habían alineado con la oposición se rebelaron y mostraron su disconformidad con Obando y Bravo y los suyos al frente. Entre ellos, Rolando Álvarez.
La Iglesia de Nicaragua y los jesuitas que viven en ese país gozan de buena salud, a pesar del diagnóstico de los actuales próceres. Y el mantenimiento en la cárcel del obispo Rolando Álvarez es un plus en favor de esta conclusión, porque enfrenta al régimen contra su espejo. Parece mentira que no recuerden el cisma que supuso en España la detención de sacerdotes en la cárcel concordataria de Zamora, sin contar con el desgaste para el franquismo del caso del obispo Antonio Añoveros.
No sé si la decisión del gobierno nicaragüense tiene marcha atrás, pero debería pensárselo dos veces. Son muchas las personas en la izquierda española y en la de otros países las que sienten cada vez mayor desafección por el sandinismo imperante. Y si los supuestamente aliados te dan la espalda, vete preparándote para hacer las maletas e irte del país. Salva las mejoras del sandinismo antes de que sea tarde.
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