La cosecha del diablo: el mundo arde en llamas

13 de octubre de 2023
Civiles palestinos cargando el cuerpo de un hombre tras un ataque israelí. Fotografía: Ahmed Zako.

Hamás no es Palestina. Netanyahu no es Israel. Los grupos terroristas hay que desmantelarlos, aislarlos y encarcelarlos. A los partidos políticos sometidos a un libro, supuestamente escrito hace centenares de años y que a la fuerza desean tener vigencia en la fecha en que estamos, hay que intentar que no lleguen al poder bajo concepto alguno. Me da igual la religión que profesen. Las creencias son decisiones individuales y particulares de cada ciudadano, que son libres para tener fe en lo que estimen conveniente, siempre y cuando no impongan por la fuerza dichos dogmas al resto de seres humanos no sólo de su redor, sino del universo entero si pudieran. La educación del pueblo es necesaria en condiciones de igualdad y de libertad, y, además, preferiblemente ha de ser pública, al igual que la sanidad y el resto de los preceptos reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Todo lo demás es política y economía. Desgraciado engarce que hace posible la muerte de miles y de millones de personas en el orbe sin que los prebostes de cada cosa se inmuten lo más mínimo. Estoy hasta las gónadas de extremismos religiosos, económicos, financieros y políticos. De magnates de esto y de lo otro. De educadores de pacotilla, de gente sin conciencia. De exaltados. De asesinos. De criminales. De genocidios y de éxodos. Me da igual la bandera que ondeen y los privilegios que se arroguen los postulantes, ya sean estos históricos o de nuevo cuño. La igualdad de los seres humanos ha de estar por encima de todos ellos. Y cada vez que observamos de cerca las imágenes en algún lugar, de lo que hacen estos o los otros, nos convertimos en seres más pequeños, menos ilustrados, más primarios, más sanguinarios.

Creo en la hermandad y en la fraternidad de todos los pueblos y por eso seguiré luchando hasta el último aliento. Ahora, llámenme iluso, inocente, cateto si lo desean. Ninguna causa es lícita hasta el punto de que deba morir una sola persona inocente. Y estoy harto. Me van a perdonar el exabrupto, pero, hemos entrado en un nuevo círculo vicioso en donde morirán los de siempre, los desgraciados, gente normal, como usted y como yo, los capitostes seguirán viviendo y organizando el mundo, ese que está siendo regado de manera incesante con la sangre de los otros. Y lo voy a repetir. Estoy hasta la entrepierna de los que dicen estar en posesión de la verdad: Explíquenselo a los familiares de los muertos.

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