Silencio roto: La Revolución de las palabras

16 de julio de 2023
Fotograma de la película “El club de los poetas muertos” (1989), del director australiano Peter Weir.

En todas las épocas, las personas dedicadas al oficio de escribir han sido observadas como individuos a los que hay que diseccionar detenidamente porque, su afición comporta, al parecer de algunos, un elemento desestabilizador del sistema que nos aglutina y nos envuelve en la uniformidad. Y es que los escribidores, tenemos la mala costumbre de sentarnos ante un albo folio y en un alarde de osadía picar en el mismo letras, palabras, frases, que ponen en duda los pilares básicos de todo, y de todos, utilizando como herramientas la imaginación, el sentido del humor, la acidez que recogemos por las esquinas del mundo, el llanto de los que padecen o la barbarie de ciertos actos que nos encorsetan o nos abrazan con mano férrea.

La palabra es un arma necesaria que no mata, aunque puede desestabilizar. Cuando la palabra nace acompañada de un proceso de reflexión, se hace aún más peligrosa para el poder. De ella pueden nacer ideas que vengan rimadas, amasadas con los hilos de la retórica, la oratoria, el discurso, el mitin… y, en ese encadenamiento, son propicias a generar un vórtice que arrastre o aglutine a otras personas por sendas no deseadas para algunos gerifaltes.

La palabra puede estar encadenada a un modelo de pensamiento o ser libre. La primera, está al servicio de una causa, justa o injusta. La segunda, la que no tiene ataduras, camina envuelta en el viento de la libertad de creación y, aunque sólo sean palabras, para los poderosos, suponen un incordio que hay que vigilar, que controlar, y si es necesario finiquitar. No sólo la palabra sino también a las personas que las urden en noches de insomnio y de desgarros, de incomprensiones y de llantos, de gozos y de sueños.

Parece que los nuevos dirigentes de derecha y de ultraderecha, en aquellas autonomías y ayuntamientos en los que ya gobiernan, y después del 23J pueden hacerlo en España si nada lo impide, están decididos a quitar de la circulación determinados libros. Sí, he dicho libros; porque según su sacrosanta consideración, pueden atentar contra la moral, la decencia o ¡vaya usted a saber qué otras monsergas fascistas! Por ahora no están quemándolos —a los libros— como en otra época, pero, este asunto puede ser el comienzo de una estadía negra y muy peligrosa. Los nuevos dirigentes nos quieren lerdos para mejor pastorearnos. Y eso es lo que tenemos por ahora, mire usted.

Seguiremos informando. Emite Radio Libertad, desde la Sierra de Aracena y Picos de Aroche.

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