El aumento continuado de los precios de los productos durante los últimos dos años ha tenido un impacto directo en el presupuesto familiar destinado a la compra de alimentos. Según las cifras más recientes, correspondientes al mes de noviembre de 2023, los hogares españoles han reducido su nivel de gasto para el consumo doméstico en un 1,5%.
Ante esta situación desafiante, el Gobierno ha implementado diversas medidas para contrarrestar la tendencia alcista. Entre ellas destaca la rebaja del IVA en productos considerados básicos. Inicialmente, esta normativa estaba prevista para aplicarse durante la primera mitad de 2023, pero debido a la persistencia de las subidas, se extendió en el tiempo. Los alimentos esenciales como pan, harina, leche, queso, huevos, frutas, verduras, hortalizas y legumbres se vieron beneficiados, con una reducción del tipo impositivo del 4% al 0%. Asimismo, esta disposición se aplicó a pastas y aceites, reduciendo el IVA del 10% al 5%.
Sin embargo, la falta de traslado de esta reducción fiscal al precio final, junto con las interferencias de los intermediarios y las estrategias abusivas de las grandes superficies, ha generado un aumento salvaje en el coste de la cesta de la compra para los consumidores.
Las grandes cadenas de supermercados han incrementado los precios de los productos de marca blanca, equiparándolos a los de las marcas tradicionales, lo que ha provocado un encarecimiento generalizado. Por otro lado, los intermediarios han especulado impunemente con los precios, afectando principalmente a los pequeños productores, quienes continúan recibiendo remuneraciones miserables por sus materias primas.
El precio promedio de la cesta de la compra básica en las principales cadenas de distribución ha experimentado un aumento del 18,9% desde enero de 2023. Alcampo lideró este aumento con un 31,8%, seguido por El Corte Inglés (21%), Carrefour (14,59%) y Mercadona (13,98%).
En cuanto a la evolución de los precios de los alimentos, el aceite de oliva ha registrado el mayor incremento, con un 54,6% en doce meses. Además, las legumbres y hortalizas han subido un 13,2%, la carne de cerdo un 12,3%, las frutas frescas un 11,8%, las patatas un 10,2% y el arroz un 8,6%.
Es alarmante observar que los precios en los supermercados han continuado aumentando incluso después de la aplicación de la rebaja del IVA.
Las organizaciones agrarias y de consumidores resaltan la enorme diferencia entre el precio en origen y el precio final en los establecimientos comerciales. El índice de precios en origen y destino de los alimentos, elaborado mensualmente por la organización agraria COAG, revela que el precio puede aumentar hasta un 880% desde la producción hasta la venta al consumidor.
Estas subidas han llevado a una reducción en el consumo de alimentos por parte de las familias españolas, lo que impacta negativamente en su bienestar y calidad de vida. Además, la inflación alimentaria afecta de manera desproporcionada a los hogares con menores ingresos, que deben destinar una proporción mayor de su presupuesto a alimentos básicos.
El aumento de los precios también repercute en otros aspectos de la economía. Las empresas que dependen de materias primas alimentarias ven reducidos sus márgenes de beneficio, lo que les da la excusa perfecta para trasladar el incremento de costes a los consumidores, generando un efecto dominó en toda la cadena alimentaria.
Lamentablemente, este fenómeno está teniendo consecuencias sociales gravísimas, como el aumento de la desigualdad y la exclusión social. Las personas con menos recursos se encuentran en una situación precaria al no poder acceder a una alimentación adecuada debido a los desorbitados precios de los alimentos de primera necesidad.
Recientemente, el Banco de España presentó un informe de proyecciones macroeconómicas en el que confirma que el precio de los alimentos seguirá al alza en 2024 y 2025 por el impacto de las condiciones meteorológicas adversas en la producción agrícola. ¡Bah!
En cuanto al impacto medioambiental, el aumento de los precios de los alimentos está promoviendo un mayor uso de recursos naturales y un efecto negativo en los ecosistemas. Por ejemplo, los agricultores pueden sentirse incentivados a intensificar la producción para obtener mayores beneficios (?), lo que puede resultar en prácticas agrícolas insostenibles y un mayor agotamiento de los recursos naturales.
Lo cierto es que el encarecimiento de los precios de los alimentos es un problema complejo que afecta a la economía, la sociedad y el medio ambiente. Por ello, es fundamental implementar políticas que aborden las causas subyacentes de este fenómeno y protejan a los consumidores más vulnerables. Además, es esencial adoptar medidas que garanticen un reparto más equitativo de los beneficios en toda la cadena alimentaria, así como promover prácticas agrícolas sostenibles que mitiguen los impactos ambientales negativos.
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